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Petro: mal comienzo con Washington. Por: Eduardo Mackenzie

Gustavo Petro creía que iba a ser felicitado por Washington, que su plan de “paz total” iba a ser avalado por Antony Blinken. En su entrevista en Bogotá con el Secretario de Estado, esta semana, Petro descubrió que el gobierno de Estados Unidos no coincidía exactamente con sus puntos de vista. El ex guerrillero del M-19, convertido ahora en nuevo mandatario, se llevó una sorpresa: su programa de transformación narco-socialista de la sociedad colombiana y su pedido de “acabar con la irracional guerra contra las drogas”, está lejos de gustarle al gobierno del presidente Joe Biden. Petro, además, comenzó mal: desaprovechó la oportunidad que tuvo de saludar a Biden en Nueva York pues llegó una hora tarde a la recepción ofrecida por el presidente americano a más de 100 jefes de Estado durante la Asamblea General de la ONU.

Blinken no se fue por las nubes y ratificó, por el contrario, en el Palacio de Nariño, la vigencia de los pactos entre los dos países sobre la extradición de narcos: eso debe continuar, señaló Blinken, pues ese mecanismo “busca beneficiar a la justicia de ambos países, a las víctimas y a las sociedades”. Kristina Rosales Kostrukova, vocera del Departamento de Estado, insistió ante la prensa: “Todavía mantenemos nuestro proceso de extradición, no ha cambiado en absoluto. Es una herramienta importante para desarticular las mayores organizaciones de criminalidad trasnacional”. En el encuentro, también fue rechazado el pedido de Petro de retirar a Cuba de la lista de países exportadores del terrorismo, así como su idea estrambótica de no erradicar los cultivos ilícitos de coca.

Colombia fue la primera parada de la gira de Blinken por Latinoamérica. El riesgo geopolítico que significa para el continente la llegada al poder colombiano de un ex guerrillero marxista no arrepentido, conectado a la dictadura de Maduro y al campo internacional que pretende dirigir Putin, explica probablemente esa visita.

Si bien la delegación estadounidense dijo que Washington apoyará los planes de Petro orientados a alcanzar una “paz total”, Kristina Rosales dejó muy claro que Estados Unidos continua caracterizando al ELN,  principal beneficiario de unos eventuales arreglos “de paz” en La Habana, como “una organización terrorista extranjera”. Blinken había advertido a Petro que esa “paz” no podría consistir en una amnistía adicional para los terroristas ya que “la paz debe ser inclusiva, pues la equidad debe estar en el primer renglón de todo el proceso”. Pudo haber sido esa una respuesta de Blinken a la amenaza contra los productores agropecuarios a quienes Petro acusó de ser los culpables “del narcotráfico” por no producir suficiente: “Colombia es narcotraficante porque no produce agro” (1).

Sobre el asunto de una posible excarcelación de Álex Saab, la vocera de Blinken dejó la cosa en el limbo: “Nosotros no tenemos ningún comentario o información sobre el caso de Alex Saab. Eso está siendo manejado por el Ministerio [americano] de Justicia”.

Detrás de las intervenciones bien calibradas de Blinken, quien  mezcló sutilmente reivindicaciones aceptables –como “salvar la selva”, “luchar contra el cambio climático”, “generar energías renovables y alternativas”–, con rechazos a reivindicaciones centrales de Petro, se perfila la intención de Washington de mantener las relaciones bilaterales en buen estado y de fijar áreas de cooperación que impidan los peores desbordes en Colombia.

Las gesticulaciones de Petro en la asamblea general de la ONU en Nueva York  llamaron obviamente la atención de la Casa Blanca. El gobierno demócrata parece haber comprendido por fin que todo el continente americano está infectado, en forma desigual, por la desastrosa ideología castro-chavista y que la elección de Petro en Colombia, y un eventual regreso de Lula en Brasil, el 30 de octubre, agravará esa enfermedad y creará una situación muy desestabilizadora  en el mundo libre.

Por eso nada sorprende que Gustavo se haya visto obligado a firmar, pocas horas después del encuentro con Blinken, una declaración donde 44 países condenan sin rodeos la agresión de Rusia contra Ucrania y los crímenes de guerra que Putin viene cometiendo en Ucrania (matanzas de civiles, torturas y asesinato de soldados capturados, desplazamientos forzados de población y desaparición de personas). El documento, que fue entregado al Consejo de Seguridad de la ONU, agrega: “Condenamos en los términos más enérgicos los falsos ‘referéndums’ ilegales de Rusia en Ucrania y el intento de anexión ilegal anunciado de las regiones de Donetsk, Kherson, Lugansk y Zaporizhia en Ucrania. Instamos a la comunidad internacional a que condene el intento de anexión y se una a nosotros para apoyar la independencia, la soberanía y la integridad territorial de Ucrania dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas”.

Gustavo Petro había recibido meses atrás un saludo efusivo de Putin. Nada raro: el jefe de Colombia Humana había renunciado a criticar a Moscú por su agresión a Ucrania: “No nos presionen para alinearnos en los campos de batalla (…) Que los pueblos eslavos hablen entre sí”, gesticuló ante los periodistas.  En cambio, durante el gobierno de Iván Duque, Colombia había firmado, en la Asamblea General de Naciones Unidas, junto con 141 países, el 2 de marzo de 2022, la resolución de condena a la invasión rusa de Ucrania.

Durante su campaña presidencial, Gustavo Petro exhibió su simpatía por Vladimir Putin, alguien que proclama que “Rusia no tiene fronteras”. En lugar de denunciar la invasión a Ucrania, el colombiano recitó la propaganda rusa al atribuir la responsabilidad de esa guerra a Estados Unidos y a la Unión Europea. Y mostró el desprecio que le inspira Ucrania al responder a un periodista: “¡Qué Ucrania, ni qué ocho cuartos! Tenemos que dedicarnos es aquí (sic) a Colombia, cómo nos salvamos nosotros mismos”.

En su discurso ante la ONU, fuera de lanzar soserías solemnes (2), Petro reincidió: siguió defendiendo a Putin y acusó a los países capitalistas, y no a Rusia, de “invadir” a Ucrania “en nombre del petróleo y del gas”. Firmar la declaración de los 44 países que dicen la verdad sobre lo que ocurre en Ucrania, muestra la humillante reculada que tuvo que hacer Gustavo Petro para no agravar su caso ante la Casa Blanca, la Unión Europea y la OTAN.

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