
El Catatumbo arde en una guerra sin tregua, y el gobierno de Gustavo Petro parece más interesado en justificar a los victimarios que en proteger a las víctimas. La llamada “Paz Total” ha sido un absoluto fracaso, no solo porque el ELN la ha ridiculizado y rechazado abiertamente, sino porque su única consecuencia real ha sido empoderar a los grupos criminales mientras el Estado se muestra débil e inoperante.
Las recientes declaraciones de alias “Silvana Guerrero” y alias “Ricardo”, cabecillas del ELN en la región, lo dejan claro: no habrá paz con este gobierno, porque nunca fue una posibilidad real. Petro vendió la idea de que firmaría la paz con el ELN en tres meses, una afirmación tan absurda que ni siquiera Álvaro Uribe, con toda su mano firme, se atrevió a formular. Pero, ¿qué podíamos esperar de un presidente más preocupado por construir discursos que por garantizar la seguridad del país? La reacción del ELN fue inmediata y burlona: lo tildan de irresponsable y lo invitan a que “vaya al psiquiatra”. Y no es para menos, pues este gobierno ha construido su discurso sobre cimientos de ilusiones y falacias.
Mientras Petro juega a ser pacificador, el ELN continúa con su guerra sucia en el Catatumbo, asesinando a los firmantes del proceso de paz con las FARC porque, según ellos, siguen siendo combatientes en armas. La ironía es evidente: el mismo grupo terrorista que exige reconocimiento como actor político se niega a aceptar la reincorporación de sus viejos enemigos y prefiere ejecutarlos. A esto se suma su disputa con el Frente 33 de las disidencias de las FARC, un conflicto que tiene como víctimas a los civiles, pero que el gobierno se empeña en ignorar o minimizar.
El resultado de esta guerra es aterrador. El desplazamiento masivo supera las 60.000 personas, las extorsiones están fuera de control y la violencia en Tibú y otras zonas del Catatumbo alcanza niveles insoportables. La realidad es que ni la Fuerza Pública ni el gobierno tienen control de la región; el poder está en manos de terroristas que no muestran ni el más mínimo interés en deponer las armas. Ante este panorama, Petro no solo fracasa en su intento de negociar, sino que además les sigue otorgando concesiones, debilitando aún más la ya frágil institucionalidad del país.
Es momento de llamar las cosas por su nombre. No se puede seguir vendiendo la falsa idea de que hay “voluntad de paz” cuando el ELN sigue matando, extorsionando y desplazando poblaciones enteras. Tampoco se puede seguir justificando la inacción del gobierno con la excusa de que el proceso es complejo. La verdad es que este gobierno ha sido incapaz de enfrentar el terrorismo con la firmeza que se requiere, y eso lo han entendido perfectamente los criminales. Por eso el ELN se burla de Petro en entrevistas, por eso las disidencias continúan avanzando, y por eso el país sigue sumido en la inseguridad.
El fracaso de la “Paz Total” no es solo una derrota política para Petro, es una tragedia nacional. Cada día que el gobierno sigue apostando por el diálogo con quienes solo entienden el lenguaje de la violencia, más colombianos mueren, más familias son desplazadas y más territorio es devorado por el terrorismo. La pregunta ya no es si Petro logrará la paz, sino cuántas vidas más costará su terquedad y complacencia con los violentos.
COLETILLA: “El gobierno debe adoptar una postura firme contra el terrorismo “Steve Killelea.