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Prestigiosas universidades americanas gangrenadas por el antisemitismo. Por: Eduardo Mackenzie

Este 5 de diciembre, una audiencia en el Congreso de Estados Unidos sobre el antisemitismo en las universidades americanas reveló hasta qué punto los directivos de tres grandes universidades hacen parte de esa putrefacción.

Las directoras de tres universidades prestigiosas –Claudine Gay (Harvard), Sally Kornbluth (MIT) y Elizabeth Magill (Universidad de Pensilvania)–, fueron interrogadas por  miembros de la Comisión de Educación de la Cámara de Representantes. Las respuestas ambiguas de esas eminentes señoras causaron asombro en Estados Unidos, Europa e Israel. Entre ellos había diputados republicanos particularmente enojados contra los rectores de esas universidades.

“El antisemitismo que hemos visto en sus campus no surgió de la nada”, subrayó Virginia Foxx, diputada republicana de Carolina del Norte y presidenta de dicha comisión. La pregunta central buscaba saber si esas directoras respaldaban o creían poder ser neutras ante el llamado de ciertos grupos a lanzar una “intifada” en esos centros educativos contra los estudiantes judíos, o si ese llamado debía ser o no sancionado por las universidades. Las respuestas de las tres directoras fueron escandalosas por sus tergiversaciones.

Intercambios acalorados

Un momento candente surgió cuando Elise Stefanik, representante republicana del Estado de Nueva York y exalumna de Harvard, interrogó a Sally Kornbluth. “¿Puede usted responder afirmativamente a la siguiente pregunta: ¿Exhortar al genocidio de judíos es una violación de las normas del MIT sobre intimidación y acoso?”. Kornbluth respondió con una evasiva: “No si se dirige a personas que no hacen declaraciones públicas”. “¿Sí o no?”, insistió la diputada republicana. La Kornbluth se fue entonces por las ramas: “No he oído llamados al genocidio de judíos en nuestro campus (…) eso sería objeto de una investigación como acoso, si es generalizado y serio”. La respuesta de Elizabeth Magill fue igualmente mediocre.

La respuesta que más causó indignación fue la de Claudine Gay (de Harvard) a esa misma pregunta: “Eso depende, del contexto” (…) “¿Qué contexto?”, repreguntó Elise Stefanik. “Si un individuo es tomado como objetivo”, respondió la directora de la universidad de Harvard. “Si el discurso se convierte en una conducta, esto puede ser acoso”, continuó Claudine Gay. Elise Stefanik no aceptó esa respuesta: “¿El discurso de acoso no es en sí inaceptable?”. A lo que Claudine Gay, evasiva, manifestó: “Podría tratarse de acoso”.

 “¡Eso no depende del contexto! Los estudiantes judíos son tomados como objeto. ¿No comprende usted que su testimonio los deshumaniza, no comprende que deshumanizarlos es es antisemitismo? La respuesta es sí y es por eso que usted debería dimitir”, le lanzó Elise Stefanik. Sobre las respuestas de las otras dos directoras la representante republicana agregó: “Son respuestas inaceptables en todos los ámbitos”. Visiblemente exasperada, pidió la dimisión de las tres directoras de universidad.

La masacre sin precedentes de la organización terrorista Hamas contra Israel el 7 de octubre pasado aumentó las tensiones en muchas universidades estadounidenses. En Harvard en particular más de treinta grupúsculos pro-palestinos acusan a Israel de “toda la violencia que está ocurriendo” y los insultos antisemitas crecen dramáticamente. La audiencia en cuestión, patrocinada por el Congreso americano, fue una reacción a ese escándalo nacional. Entre los diputados había algunos particularmente descontentos con el clima que viven esas universidades y en la de Columbia, New York.

Tres días después del acalorado debate, en la noche, bajo el fuego de las críticas, la directora de Harvard, Claudine Gay, pidió que la perdonaran por sus respuestas sobre el antisemitismo en la universidad. Tal actitud fue tomada luego de saber que el rabino David Wolpe había anunciado su renuncia a ese cargo en la universidad y que el Congreso de Estados Unidos se dispone a abrir una investigación sobre el “antisemitismo desenfrenado” en las universidades americanas. En consecuencia, 74 miembros del Congreso americano exigieron la renuncia de la directora de la universidad de Harvard. Y la Cámara de Representantes aprobó (311 a favor, 14 en contra) una moción republicana que estipula que el antisionismo es una forma de antisemitismo.

En un sitio web, Claudine Gay se declaró “apenada” y admitió que sus palabras ante la Comisión de Educación del Congreso habían “ampliado la angustia y el dolor” y aclaró que la universidad de Harvard no tolera los “llamados a la violencia”. “Aquellos que amenazan a nuestros estudiantes judíos tendrán que rendir cuentas” fulminó. La onda de choque se extendió a la universidad de Columbia donde dos grupos de estudiantes pro-palestinos fueron suspendidos de actividades.

Las lágrimas de Claudine Gay y de las eventuales excusas de las otras directoras de universidad no serán suficiente para corregir el rumbo de esos centros. El mal es profundo y el Congreso americano deberá ir a fondo del problema si quiere contribuir a poner las cosas en orden. El trabajo intelectual y académico serio está cediendo el paso en los campus a “estudios” bizarros, cuando no viciados, fundados en especulaciones racialistas y racistas que atraen cada vez más no sólo estudiantes sino profesores (muchos de éstos temen las “listas negras” que hacen los activistas para que los estudiantes los eviten). Las clases sobre teoría de género y transactivismo, feminismo radical, ecología, “crisis climática” y extinción de la vida y el islam-izquierdismo, se multiplican. Así como “cursos” polémicos sobre la paz a cualquier precio y sin libertades, el antirracismo, el decolonialismo, el identitarismo (negros, latinos, asiáticos, señalados los unos como “oprimidos” y “víctimas del hombre blanco occidental”). Todo eso degrada la calidad del saber y bloquean los estudios indispensables que son vituperados como esquemas supuestamente obsoletos.

Eso sin hablar del clima social opresivo de insultos y mítines frecuentes en el que los estudiantes judíos, sobre todo después del 7 de octubre, son objeto de actos de hostigamiento, vandalismo y agresión y señalados como “blancos” y “privilegiados”. Según el canal de televisión i24 News, los incidentes antisemitas, desde el 7 de octubre pasado, aumentaron en esas universidades de 388% respecto del año pasado. El historiador Victor Davis Hanson, escribió ayer sobre estos temas en la revista Townhall y confirmó que actualmente, en las principales universidades americanas, “no pasa un día sin que un profesor o un grupo de estudiantes hagan profesión de odio antisemita” y que “a menudo amenazan y atacan a estudiantes judíos o participan en protestas masivas que piden la extinción de Israel”. Él explica que el número creciente de estudiantes venidos del Medio Oriente, que disfrutan de generosos subsidios de sus gobiernos para el pago pleno de las costosas matrículas, contribuye a ese estado de cosas.

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