Esta semana me dediqué hacer un balance del comportamiento de la agricultura en Colombia, durante los últimos diez años, y encontré tres temas delicados: i) la pérdida progresiva del sector en la participación del PIB; ii) la productividad por por debajo del promedio de Latinoamérica; y iii) el estancamiento de la superficie agrícola.
Claramente, estos problemas se deben a tres factores principales: La corrupción política, la ineficiencia burocrática y el manejo teórico del sector. Son tres plagas que he venido denunciando durante muchos años a través de este espacio, pero que han sido muy difícil de erradicar. Recuerdo que a principios del gobierno Duque -el cual ayudé a elegir-, fui graduado de opositor por atreverme a cuestionarles los “pactos” suscritos con unos perversos congresistas y dirigentes gremiales, para repartirse los cargos, puestos en las juntas directivas y presupuestos de las entidades adscritas y vinculadas al ministerio de Agricultura. El daño fue tan grande, que llevamos tres trimestres consecutivos con el PIB del sector negativo y los costos de producción por las nubes. Dos ingredientes que golpean fuertemente la inflación. En términos médicos, entregaron un sector agropecuario en sala de urgencias.
El segundo factor que tiene estancada la agricultura en Colombia, es el modelo productivo ineficiente que administran un club de burócratas desde lujosas oficinas y clubes sociales en Bogotá. Durante los últimos años, he venido sugiriendo a los agricultores del país, cambiar sus modelos de organización para que mejoren la productividad de sus explotaciones agrarias y la rentabilidad de sus agronegocios. En Colombia, algunas asociaciones de productores del campo son utilizadas como vehículos de negocios y no como organizaciones para la defensa de los intereses de los agricultores.
El caso de Fedearroz es patético. En los últimos diez años, han recaudado más de 92 millones de dólares de las subastas de importación de arroz (ETC Col-Rice) desde los Estados Unidos, y 28.000 millones de pesos, en promedio anual, de las cuotas parafiscales que aportan los arroceros. La mayoría de los 17.000 afilados dicen no saber en qué se gastó esa plata el gremio. Mientras tanto, los arroceros siguen sumidos en la ineficiencia productiva, atraso tecnológico, exclusión financiera, sin sistema de cobertura de precios y pagando los arriendos de tierras más costosos del país. Claramente, serán ellos los que tendrán que asumir la responsabilidad y el compromiso deimpulsar un revolcón en su sistema organizacional y productivo.
El tercer factor que tiene estancado al sector agropecuario en Colombia, es la orientación teórica que los bibliotecarios del agro han introduciendo en la política pública sectorial y Planes Nacionales de Desarrollo. No hay cosa que le haga más daño al sector agropecuario que una decisión tardía, mal enfocada y ejecutada por funcionarios sin conocimiento ni experiencia en el sector. Es exactamente, lo que acaba de suceder con el “Plan Indicativo de Crédito Agropecuario para el año 2023”, aprobado recientemente por la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario. En el primer trimestre del año, lograron que se cayera el crédito al sector agropecuario en un -16% y se redujera en un -33% los créditos a los pequeños productores. Vamos del timbo al tambo.
*Consultor en crédito de fomento agrícola.