
Me sorprende y me produce escalofríos la actitud obtusa, callada y sometida de muchos periodistas, de sus asociaciones y sindicatos y de la prensa en general, ante las brutales amenazas directas que profirió Gustavo Petro, con el mayor descaro, en un discurso en la plaza de Bolívar de Bogotá, el pasado 24 de octubre, contra la periodista Vicky Dávila.
Con la notable excepción de Salud Hernández-Mora, de la revista Semana, no veo que nadie más de la profesión haya repudiado y denunciado inmediatamente ese discurso detestable que pone en peligro la vida de Vicky Dávila y la del ex Fiscal General Francisco Barbosa.
Textualmente, el ocupante de la Casa de Nariño gesticuló esto en su discurso en la Plaza de Bolívar: “Ahí está Vicky, la misma que intentó en su cofradía con un fiscal general de la nación Barbosa, con obscuros intereses ligados a la junta del narcotráfico que es el que verdaderamente controla los envíos de cocaína por Venezuela, por la Guajira, por el aeropuerto El Dorado, por el Pacifico y por Ecuador”.
Con esas calumnias aberrantes, Petro envió un triple mensaje a no se sabe quién: 1.- que la renombrada periodista, tan detestada por él, y el ex fiscal general Francisco Barbosa, son jefes del narcotráfico. 2.- que la dictadura de Nicolas Maduro en Venezuela poco tiene que ver con el narcotráfico mundial, pues el mayor responsable de esa vasta empresa criminal es Colombia (lean bien la lista que hizo Petro). Y 3.- que él mismo, Gustavo Petro, ha sido injustamente incluido en la Lista Clinton, y caracterizado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como el “jefe del narcotráfico”.
Ante la violenta ofensiva de Gustavo Petro, Vicky Dávila, con mucha razón, denunció lo que es más que evidente: los riesgos mortales que para ella en particular había creado el discurso de Petro: “Si me asesinan, miren hacia Petro, si algo le pasa a mi familia, miren hacia Petro. Como todos hoy miramos hacia él como el responsable político del magnicidio de Miguel Uribe.”
¿Dónde está la solidaridad de los periodistas? Nosotros estamos obligados a apoyar a todo colega que sea objeto de ataques físicos y morales del poder político, de grupos armados y de afrentas vengan de donde vengan. ¿Dónde están los otros precandidatos, incluso aquellos que prometen ser los “tigres” que arremeterán, si llegan a ser elegidos, contra el edificio petrista y contra el imperio de los jefes del narcotráfico de Colombia y Venezuela? ¿Dónde están esos valientes que no son capaces de increpar a Petro por haber invitado a que un exaltado o un pistolero profesional saque conclusiones del perverso discurso del 24 de octubre, como ya ocurrió el pasado 7 de junio cuando un entramado de sicarios y comanditarios, aún no descubierto plenamente por las autoridades, le quitó la vida a balazos a un líder de la oposición, el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay?
Es como si los periodistas creyeran que por el hecho de que Vicky Dávila es precandidata presidencial no merece el respaldo y la solidaridad de los periodistas tras las feroces demostraciones de odio de un presidente socialista.
Algunos medios vieron lo ocurrido como una simple querella. Por ejemplo, una revista presentó eso como un “intercambio de declaraciones públicas”, es decir como un evento amistoso entre Petro y Vicky Dávila, como si ambos tuvieran idénticos poderes materiales e institucionales. ¡Que ceguera! Vicky Dávila, cuando dirigía la revista Semana, hizo un gran trabajo y develó las mayores infamias de Gustavo Petro, antes y después de que fuera presidente de la República.
Todos hemos visto cómo terminaron las violentas diatribas de Petro contra el senador Miguel Uribe Turbay. Vemos cómo la investigación del atentado pierde cada día más visibilidad y cómo la orden asesina se pierde en los meandros de turbias bandas armadas que fueron aupadas con la política de la “paz total”.
La libertad de prensa, de información, de opinión, de expresión y de reunión están en peligro en Colombia. Como la prensa en general ha hecho un formidable trabajo de investigación y divulgación de las decisiones que están destruyendo el país, no pasa un día sin que Petro dedique recursos para vigilar a la prensa, a los periodistas, a los activistas e influencers que luchan contra la corrupción del detestable régimen. La cruzada contra Vicky Dávila es una parte de la venganza oficial, quizás la punta de un iceberg.
Si los periodistas no son los primeros en entender esto, ni los más decididos a resistir, a informar y a penetrar lo real, la violencia triunfará y el electorado acatará la propaganda y la exageración alucinante.
Canallada de Petro contra Vicky Dávila, en su desmedido ataque la vinculó con el narcotráfico





