Después del daño colosal que Santos le hiciera a la democracia, a la que engañó haciéndose elegir con unas ideas para gobernar con las opuestas y después inventándose un plebiscito para desconocer su resultado, la reconstrucción de la confianza es una tarea que no por intangible es menos importante.
Para ello es indispensable, para empezar, que los electores vean que los elegidos hacen un esfuerzo serio y creíble para cumplir con las propuestas expresadas en campaña. No digo acá que los elegidos tengan que cumplir a rajatabla lo ofrecido. Se bien que las condiciones cambian y que a veces es indispensable, incluso, inevitable, no cumplir con lo propuesto. Pero en esos casos debe explicarse con claridad a los ciudadanos el cambio de circunstancias que obligaron a modificar lo prometido, de manera que no crean que los engañaron.
Ese esfuerzo de comunicación política es indispensable si no se quiere, además, castigar la imagen y la reputación de quien resultó electo. El presidente Duque está haciendo un enorme esfuerzo por cumplir sus promesas de campaña, incluso asumiendo costos inmensos como, por ejemplo, en materia de gobernabilidad en el Congreso. Su valiente e indispensable decisión de acabar la feria de contratos y la entrega de presupuestos a los congresistas a través de los “cupos indicativos” ha traído como consecuencia que los partidos que se sumaron a su candidatura después de la primera vuelta (Liberal, Cambio Radical y de la U) estén pensando en declararse ”independientes” y ya maniobran en el Congreso como una coalición que no duda en meter entre los palos al gobierno. La coherencia de Duque ha traído como consecuencia la disminución sustantiva de espacios de gobernabilidad en el parlamento y hará sumamente difícil el trámite de la agenda legislativa.
Ahora bien, el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla ha hecho un conjunto de propuestas que, más allá de sus aspectos técnicos, se pueden resumir en una disminución de impuestos para las empresas, un aumento de la base de contribuyentes en renta para que más miembros de la clase media hagan tributación directa, y una extensión del IVA a todos los productos de la canasta familiar que se devolvería a través de un complejo mecanismo a quienes hagan parte de los estratos uno y dos. Las propuestas, era inevitable, han levantando una polvareda entre todos los ciudadanos, no solo entre los opositores sino también en las bases uribistas y conservadoras, trayendo como consecuencia un menoscabo de la imagen del Presidente, que cayó doce puntos en apenas diez días, entre otras razones porque el programa de campaña en esta materia fue “menos impuestos, más salarios”.
Por eso es indispensable que, para empezar, el Ministro haga un esfuerzo sistemático y sostenido para explicar con precisión que la situación fiscal que dejó Santos es desastrosa y hace imposible cumplir la promesa de campaña de bajar los impuestos. En este caso, no hacer un corte de cuentas con el gobierno anterior tendría la desastrosa consecuencia de que Duque pagaría los platos que rompió Santos. No se trata de gobernar con retrovisor, pero sí de establecer responsabilidades para preservar la reputación del nuevo gobierno.
Por otro lado, es necesario que Carrasquilla explique el programa de la nueva administración para disminuir el tamaño del Estado y de la burocracia y para tener un gobierno austero y eficiente, para frenar los gastos de propaganda, publicidad, eventos, contratos de prestación de servicios, cortinas y almendras de Santos, de manera que los ciudadanos, en particular los más pobres, sientan que los protegen y no que les están esculcando los bolsillos para pagar el despilfarro y el derroche de sus gobernantes. Y ojalá la propuesta integral traiga como compensación la disminución de medio o un punto del IVA.
Estas tareas son indispensables. Las declaraciones del Ministro castigan fuertemente al presidente Duque. Peor, el Gobierno corre el riesgo de quedarse con el pecado y sin el género: sin mayorías en el Congreso y sin respaldo de opinión pública en estas materias, es altamente probable que se hunda la reforma tributaria que se presente. Lo malo es que el costo político ya se está pagando. Y es altísimo.