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POEMA A MI MADRE. Por: Silverio José Herrera Caraballo

Madre querida, faro en mi jornada,
no esperas fechas, ni un día marcado,
pues cada aurora, clara y delicada,
es para amarte, siempre a tu costado.

No basta un día para celebrarte,
ni flores breves en mayo ofrecidas,
toda la vida quiero dedicarte
mis pasos, mis canciones, mis heridas.

Tu amor es lluvia que nunca se agota,
refugio eterno en días de tormenta,
la voz que calma, la mano que brota
con el consuelo que el alma alimenta.

A ti, que velas mis sueños callada,
te debo el todo, madre sin medida,
y no habrá fecha en que esté saldada
la deuda inmensa de darte mi vida.

Hoy no es un día, ni hay calendario
que mida el pulso de tanto cariño,
pues desde ayer, mañana y a diario
te honro, te cuido, madre, te guiño.

Tus besos duermen aún en mi frente,
tus rezos suaves me siguen velando,
y aunque los años pasen silentes,
sigues en mí, siempre recordando.

Eres raíz, abrigo, poesía,
latido firme en mis madrugadas,
mi compañera de melancolía,
y luz serena en mis encrucijadas.

No hay fecha fija, no hay protocolo,
sólo este amor que nunca se termina,
madre, en mi alma ocupas un solo
lugar sagrado, donde eres divina.

Si el mundo olvida rendirte homenaje,
yo no lo haré, jamás será un día,
pues mi homenaje es cada pasaje
que cruzo en paz, por tu compañía.

Así, sin pausa, sin final ni fecha,
te celebro, madre, con voz sentida,
porque tu amor nunca se despacha:
¡es para siempre, madre bendecida!

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