Feliciano Valencia rechazó con un golpe de bastón, de su vistoso madero con cintillos colorados, la propuesta de diálogo que varios ministros fueron a proponerle en Cali. El arrogante senador, quien se ve como un ilustre émulo de Evo Morales, no quiere saber de diálogos con subalternos. Dio a entender que él quiere ver al presidente Iván Duque, en persona, que él vaya a presentarle sus respetos a Cali, que no se conformará con menos.
El caudillo de la “minga”, le dijo no a las “rutas de trabajo” que le quería presentar, en Cali, la ministra del Interior, Alicia Arango. “La cosa es con Duque y punto”, espetó furioso don Feliciano.
La lógica de los jefes de la “minga” versión 2020, unos individuos que no han sido elegidos por nadie, es que el jefe de Estado, elegido por los colombianos, acuda sin chistar a donde lo cita un puñado de exaltados. Lo contrario habría sido lógico: que Feliciano Valencia y una delegación indígena se presente ante el presidente de la República en la Casa de Nariño para dialogar sobre las reivindicaciones del sector, no políticas.
Pero no, la dinámica creada por la movilización motorizada que ellos llaman “minga” es lo inverso: que Duque suba, cabizbajo y temblando, al andamio que armó el Cric en Cali para escuchar, en medio de los seis mil indígenas de la caravana, las órdenes políticas de don Feliciano Valencia y consortes sobre cómo conducir el país de aquí hasta la elección presidencial de 2022.
Ese es el “diálogo” forzado que querían montar en Cali los señores del Consejo Regional Indígena del Cauca y su ruidoso tropel de 80 buses y camiones, pagados no se sabe por quién.
Como Duque no aceptó la descomedida invitación, la “minga” lanzó su habitual monserga culpabilizadora: “El presidente Duque le incumplió al pueblo colombiano al no presentarse” para el “debate político” que la “minga” había programado en la capital del Valle del Cauca.
Ni el Cric, ni su “minga” 2020, representan al pueblo colombiano, luego no tienen por qué discutir de política central con el gobierno. La “minga” no es un partido político, luego tal aspiración es despótica y antidemocrática.
Y en el tonito de siempre, que deja esperar lo peor, advirtieron que continuarán su marcha mecanizada hasta la capital de Colombia, a donde esperan llegar “en seis u ocho días”. ¿Para hacer qué? ¿Para ocupar el campus universitario y agredir a la fuerza pública con piedras y explosivos como lo han hecho en otras ocasiones? ¿Para dispensar generosamente el Covid-19 a los viajeros indígenas, a los bogotanos y a las poblaciones que ellos crucen? Y ¿por qué su ascenso hacia Bogotá tomará seis u ocho días?
¿Porque harán paradas donde quieran, con o sin permiso, para realizar ilícitas y contaminantes operaciones de agitación, propaganda y adoctrinamiento impuesto con la gente que encuentren?
En esas condiciones el señor Valencia quiere entrar “en debate” con el presidente Duque, en Bogotá, para notificarle lo que él debe hacer en los próximos meses. Valencia no quiere debates subalternos, pues esta “minga”, admite don Feliciano, “es política”.
Un activista, Hermes Pete, que se presenta como “consejero mayor” del Cric, prometió, eso sí, que “no habrá bloqueos en la Vía Panamericana durante esta nueva movilización”. ¿Qué valen esas palabras si las “autoridades indígenas” ya dijeron que, ante el menor gesto de vigilancia de la Policía Nacional, la minga “aplicará los procedimientos de justicia propia”?
Que suban pues al altiplano a reclamar derechos que ya tienen y a arrancarle a Duque una agenda política y nuevos renglones del presupuesto nacional. A ver qué dicen los bogotanos.