
Aún faltan más de dos años para las elecciones presidenciales, pero el Petrismo ya está en modo campaña. No es sorpresa. Desde que asumió el poder, Gustavo Petro nunca dejó de hacer proselitismo. Su gobierno ha sido un ejercicio constante de polarización, promesas incumplidas y ataques a la institucionalidad. Ahora, con el desgaste de su administración y la desilusión de muchos de sus votantes, el gran reto de la izquierda es cómo mantenerse en el poder después de un periodo desastroso.
La sombra de la reelección
Aunque la Constitución prohíbe la reelección presidencial, Petro ha dejado entrever su intención de modificarla. Su discurso sobre una “Asamblea Constituyente” no ha sido cosa diferente a constante un intento de cambiar las reglas del juego. Ya en varias ocasiones ha hablado de la necesidad de hacer reformas estructurales que le den continuidad a su “proyecto de cambio”, sugiriendo que su periodo no es suficiente para consolidarlo. Esta estrategia es predecible: primero se vende la idea de que el Congreso es un obstáculo, luego se agita el fantasma de un supuesto “golpe blando” y finalmente se intenta justificar la necesidad de una constituyente.
Pero el problema para Petro es que ni siquiera dentro de su propia coalición hay consenso sobre la reelección. Además, el país ya vivió el trauma de la reforma constitucional para perpetuar a un presidente con Álvaro Uribe, y muchos sectores están alerta para evitar que la historia se repita.
Los candidatos del Petrismo
Si Petro no logra la reelección, su mayor dilema será encontrar un sucesor viable. Hoy, el Petrismo no tiene una figura fuerte capaz de arrastrar las masas con la misma facilidad que él. Entre los nombres que suenan están Gustavo Bolívar, su fiel escudero y experto en discursos populistas, y Francia Márquez, quien pese a ser su fórmula vicepresidencial ha perdido apoyo incluso dentro de la izquierda. También podría intentar impulsar a un outsider, alguien con menor desgaste, pero el problema será que nadie podrá heredar su caudal político sin cargar con el peso de su desastroso gobierno.
Enfrente, la derecha y el centro buscarán consolidar una candidatura fuerte para capitalizar el desgaste del Petrismo. Figuras como Federico Gutiérrez, Alejandro Char o la amplia baraja de centro democrático que bajo la tutela de Uribe pondrá un candidato único para enfrentar al Petrismo, incluso se habla de candidatos de las reservas de las FFMM y Policía nacional quienes ya se están desmarcando de los partidos tradicionales, todos estos más los que faltan podrían estar en el radar. El Uribismo, aunque golpeado, sigue siendo una fuerza política capaz de jugar un papel importante en el 2026.
El reto: cómo vender la continuidad tras el fracaso
El mayor problema del Petrismo será convencer a los colombianos de que merecen otros cuatro años en el poder. Prometieron acabar con la corrupción y tienen escándalos como el de la UNGRD y Nicolás Petro, por solo mencionar estos entre el rosario de casos. Juraron mejorar la seguridad y los grupos armados crecieron en número y están más fuertes que nunca. Anunciaron un cambio en la economía, pero el crecimiento es mínimo y la inversión extranjera ha huido. Con ese balance, la gran pregunta es: ¿qué van a prometer ahora?
Posiblemente buscarán reciclar las mismas propuestas incumplidas: “ahora sí habrá reforma a la salud”, “esta vez la educación será gratuita y de calidad”, “vamos a desmantelar el clientelismo”. Pero después de un periodo de decepciones, vender el mismo discurso no será tan fácil, por donde se metan estará la deuda de una promesa incumplida.
Lo cierto es que la campaña del Petrismo ya comenzó con la marcha del 18 de marzo, que, aunque reciclada bajo el tema de la defensa de las reformas, el mandatario colombiano lo que quiso fue medir en realidad el apoyo popular que tanto pregona. Petro seguirá con su estrategia de confrontación, atacando a la prensa, al Congreso, a la justicia y a cualquier opositor que se interponga en su camino. Querrá hacer creer que su derrota en el 2026 sería el fin del “cambio” y que solo su movimiento puede salvar al país. Sin embargo, los colombianos ya han visto lo que significa su gobierno: caos, corrupción, desgobierno y populismo. Ahora el desafío será impedir que convierta sus fracasos en una excusa para victimizarse y así perpetuarse en el poder.