
Hoy se cumplen 77 años, Colombia vivió uno de los acontecimientos más trágicos y trascendentales del siglo XX: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Aquel 9 de abril de 1948, el país quedó sumido en el caos tras la muerte del líder liberal, una figura que encarnaba la esperanza de las clases populares y que amenazaba con transformar el poder político tradicional. Su asesinato, que nunca ha sido completamente esclarecido, no solo truncó su proyecto político, sino que desencadenó una serie de acontecimientos que marcarían el destino de Colombia desde ese día hasta hoy.
¿Cómo fueron los hechos? Alrededor de la una de la tarde del 9 de abril, Gaitán salía de su oficina en la carrera séptima de Bogotá, cuando fue interceptado por un hombre identificado como Juan Roa Sierra, quien le disparó en tres ocasiones. Herido de muerte, el líder liberal fue trasladado a la Clínica Central, donde falleció minutos después. Roa Sierra fue linchado por la multitud enfurecida, lo que impidió que se conociera más sobre sus verdaderas motivaciones o posibles conexiones con los autores intelectuales del magnicidio.
Los protagonistas y presuntos culpables. Desde el primer momento, las dudas sobre el crimen surgieron. ¿Fue un asesinato solitario o una conspiración? Algunos sostienen que Roa Sierra era un hombre inestable sin vínculos políticos claros, mientras que otros creen que fue un chivo expiatorio de fuerzas más poderosas y ocultas que acechaban la política nacional en la época. Incluso se ha especulado sobre la posible participación de la CIA, que veía a Gaitán como una amenaza para la estabilidad de la región en plena Guerra Fría. También se señaló en su momento al gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, cuyos sectores más radicales temían el ascenso de Gaitán a la presidencia en las elecciones de 1950.
Las consecuencias del asesinato. El asesinato de Gaitán desató de inmediato lo que hasta hoy ha sido conocido como el “Bogotazo”, una violenta revuelta en Bogotá que dejó miles de muertos y destruyó gran parte del centro de la ciudad. Pero el impacto fue mucho más allá: la violencia desatada en los años siguientes llevó a la consolidación del enfrentamiento entre liberales y conservadores, sembrando las raíces de lo que, desde ese día hasta hoy ha sido el conflicto armado colombiano.
Sin la figura unificadora de Gaitán, el liberalismo perdió su rumbo y la izquierda comenzó a radicalizarse. Décadas más tarde, grupos guerrilleros como las FARC y el ELN se formarían bajo la falsa bandera de la lucha contra el sistema político excluyente, en parte como una respuesta a la falta de representación de las clases populares tras la muerte del líder, situación que cada día se ha deslegitimado ante el accionar netamente terrorista de estos grupos.
Setenta y siete años después, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán sigue siendo un enigma, fue un crimen que sigue sin respuestas. Nunca se pudo probar si Juan Roa Sierra actuó solo o si fue parte de un complot mayor. Sin embargo, lo que sí es indiscutible es que su muerte cambió el rumbo de la historia de Colombia y sumió al país en un conflicto que, de una forma u otra, aún se siente en la actualidad.
Todos en algún momento nos hemos hecho la pregunta: ¿Y si Gaitán no hubiera sido asesinado? Si Jorge Eliécer Gaitán hubiera sobrevivido y llegado a la presidencia en 1950, la historia de Colombia podría haber tomado un rumbo muy distinto. Gaitán representaba un movimiento de renovación política con una fuerte base popular, lo que podría haber consolidado una democracia más inclusiva y menos elitista. Su liderazgo habría permitido una reforma agraria estructural y una mayor equidad social, evitando así la radicalización de la izquierda y el posterior surgimiento de las guerrillas.
En el ámbito internacional, su gobierno habría chocado con los intereses de Estados Unidos, que en plena Guerra Fría veía con recelo cualquier movimiento que pudiera alejar a América Latina de su órbita. No obstante, la capacidad oratoria y política de Gaitán podría haber servido para negociar una posición intermedia entre el capitalismo y el socialismo, evitando el extremismo ideológico que caracterizó a muchas naciones de la región en el siglo XX.
Por otro lado, el sistema bipartidista colombiano, dominado por liberales y conservadores, habría sufrido una transformación radical. Gaitán no solo buscaba la presidencia, sino una reconfiguración completa del poder, lo que probablemente habría generado resistencias dentro de su propio partido y entre la élite económica del país. No se puede descartar que, incluso si hubiera sobrevivido, su gobierno se habría visto enfrentado a múltiples intentos de desestabilización, incluyendo golpes de Estado o campañas de desprestigio.
Sin embargo, su carisma y cercanía con el pueblo habrían podido consolidar un proyecto de largo plazo, evitando la violencia política que marcó la segunda mitad del siglo XX. Un país sin el Bogotazo y sin la violencia bipartidista podría haber evolucionado hacia una democracia más estable, con instituciones más sólidas y menos permeabilidad al narcotráfico y la corrupción que llegaron en las décadas siguientes.
En conclusión, el asesinato de Gaitán no solo truncó la vida de un líder, sino que cambió el destino de un país entero. Su ausencia dejó un vacío de liderazgo que fue ocupado por la violencia y el conflicto armado. Quizás, si hubiera vivido, Colombia hoy sería un país muy distinto, más equitativo, menos violento y con una historia menos marcada por el sufrimiento. Pero la verdad sea dicha nuestra amada Colombia es un país donde su historia se escribe cada día y por ahora hay que continuar viviendo el presente y pensar cómo hacer para que el futuro sea mejor.