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Gustavo Petro está interfiriendo en el proceso de su hijo. Por: Eduardo Mackenzie

Gustavo Petro está metiendo la mano de manera descarada en el proceso de su hijo. Pero esa acción no busca defender a Nicolás Petro. Busca proteger exclusivamente el propio interés del ocupante de la Casa de Nariño, y de nadie más. No aspira a defender la posición de su hijo mayor, ni la de la ex esposa de éste, ni la de los otros actores principales y secundarios que aparecen en ese turbio asunto de los dineros mafiosos que entraron a la campaña presidencial de Gustado Petro en 2022.

¿Cómo es esa interferencia?

Gustavo Petro trata de desviar el sentido de lo que Nicolás Petro le acaba de revelar a la Fiscalía y lo que ésta dice sobre las confesiones del justiciable Nicolás Petro. Gustavo Petro niega que dineros calientes hayan entrado a su campaña presidencial de 2022. Empero, su hijo Nicolas, testigo de esa entrada de dineros ilegales a la campaña presidencial, lo dice clara y directamente: una parte de los dineros entregados por Samuel Santander Lopesierra, alias el “hombre Malboro”, y por otras personas, “entraron a la campaña presidencial” de Gustavo Petro. Es lo que el fiscal Burgos acaba de revelar a la prensa y a la opinión pública nacional.

Nicolás Petro ha revelado además al fiscal Mario Burgos que “dineros de la campaña presidencial superaron los topes mínimos fijados por la ley y no fueron debidamente reportados” a las autoridades electorales en la documentación suministrada por esa campaña. Nicolás Petro admitió que sí recibió altas sumas de dinero de parte del “hombre Marlboro”, de Gabriel Hilsaca Acosta, hijo de Alfonso “el turco” Hilsalca, y de Óscar Camacho, un empresario de Cúcuta (1), entre otros. El hijo de Gustavo Petro detalló ante el fiscal Mario Burgos que “una parte de esos dineros fueron invertidos en la campaña presidencial [de Gustavo Petro] del año 2022”, y que la otra parte fue utilizada por él mismo [Nicolás Fernando Petro Burgos] y por su exesposa Daysuris Vásquez Castro, para su beneficio personal”, afirmó el fiscal.

Desde la captura de Nicolás, Gustavo Petro pregona que “no interferirá en el proceso judicial” de éste, y que “garantizará la independencia” del poder judicial, etc. En Sincelejo, este 3 de agosto, señaló: “Quiero proteger primero a la justicia”. Magnífico, pero, a renglón seguido, Petro hace exactamente lo contrario: interfiere ruidosamente, y desde una tribuna pública, en la labor del fiscal Mario Burgos. El presidente Petro en su discurso en Sincelejo, lanzó: “Mi hijo no dijo eso”, es decir que lo descrito por el fiscal Burgos es una invención de mala fe. Después, en esa misma tribuna insinuó que la revelación de su hijo no tiene valor pues no la dijo ante un juez sino ante un fiscal. El actual ocupante de la Casa de Nariño, lo dice así: “como no es un juez, puedo analizar lo que dijo”.

Pero Gustavo Petro no “analiza” lo que dice el fiscal Burgos, ni lo que le dijo a éste Nicolás Petro. Lo que hace Gustavo Petro es negar lo que dijo Nicolás y negar lo que dice el fiscal Burgos. Lo que hace es cuestionar públicamente la veracidad de esas afirmaciones y sugerir que son inválidas pues no fueron dichas por un juez.

Petro sabe que lo que está en juego en estos días es enorme. Sabe que este fétido affaire le podría costar su puesto de presidente de la República y hasta una prohibición de intervenir en política durante más de una década.

Por eso interfiere y lo hace de manera desesperada. Gustavo Petro se vale de un artilugio para introducir dudas y cortinas de humo que confundan a la opinión o a una parte de ésta. Veamos cómo lo hace:

Su frase central, pese a los errores de sintaxis, es de antología: “Que habían entrado dineros ilegales en mi campaña. Tiene esa afirmación varias formas de analizar: no es un juez. Yo he prometido no interferir en el proceso judicial y lo voy a hacer, y lo repito. Pero como no es un juez, puedo analizar lo que dijo. Tiene una especie de instinto, de deseo subliminal. Y es que obviamente si eso fuese cierto, este presidente se tendría que ir el día de hoy.” (2)

1.- Gustavo Petro intenta eliminar la figura del fiscal Burgos, y de cualquier otro fiscal, y trastornar la investigación que exige el ordenamiento jurídico colombiano. Sugiere que la instrucción sería válida si la hace un juez y no un fiscal: como no lo dice un juez, lo que dice un fiscal no vale nada. Tal es el mensaje subconsciente del ocupante de la Casa de Nariño. Esa es una grave interferencia.

2.- “Si eso fuese cierto, este presidente se tendría que ir el día de hoy”. Esta es la típica anti-frase, una figura de estilo, una variante de la ironía, que consiste en utilizar una palabra indicando implícitamente que se debe tomar en el sentido contrario. En este caso, “se tendría que ir” debe ser leída como “se debe quedar”.

3.- Gustavo Petro hace un llamado a su hijo para que eche marcha atrás. Lo exhorta a que niegue lo que ya ha dicho sobre todo respecto de la parte de los dineros del “hombre Malboro” y de los otros sospechosos que financiaron la campaña del Pacto Histórico. La frase de auto disculpa llama la atención: “A ninguno de mis hijos, de mis hijas, les he dicho jamás que delincan”.

4.- Gustavo Petro dice que la afirmación según la cual entraron dineros ilegales a la campaña presidencial es un acto que “tiene una especie de instinto, de deseo subliminal”. Introducir el término “instinto” cumple un objetivo: proponer que lo dicho por el fiscal Burgos no es pensado, no es racional, y que no viene del detenido Nicolás Petro sino del fiscal mismo, pues éste, según Gustavo Petro, es parcial, etc. El furor de Gustavo Petro contra el fiscal general Francisco Barbosa que estalló en mayo pasado alcanza ahora al fiscal Burgos y a los demás fiscales de Colombia.  ¿Si eso no es interferir en la investigación de la Fiscalía qué es?

5.- ¿Es eso lo que le iba a decir Gustavo Petro a su hijo durante su frustrada visita al bunker de la Fiscalía? No pudo verlo pues Nicolás rechazó esa visita. La prensa detalla que “en una nota, de puño y letra, el hijo mayor del jefe de Estado dijo que no quería dialogar” con su padre. Nicolás Petro está detenido en la Fiscalía desde el pasado 29 de julio. ¿Lo que Petro no le pudo decir en Bogotá fue a decírselo desde Sincelejo? Su mensaje es: “Mi hijo ya verá. Lo único que le puedo recomendar es desde la dignidad, la verdad y no arrodillarse al verdugo jamás” (3). ¿El verdugo de quién? ¿El verdugo es quién? Obviamente, para Petro, es la Fiscalía y el poder judicial colombiano. Pero como Petro trata de ver qué se le viene encima, cuando habla de “verdugo” piensa en el país que está pidiendo a gritos que se abra un proceso de destitución del presidente, siguiendo el trámite que prevé la Constitución. Ese es el verdugo. ¿Si eso no es una obstrucción a la justicia qué es entonces?

Interferir no es sólo remover a las patadas y perseguir ilegalmente alcaldes, parlamentarios, jueces y fiscales, como solían hacer Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador. También es jugar al dictador y sentar cátedra, como hizo Petro en mayo pasado: “Yo soy el jefe de Estado, por tanto, soy el jefe” del fiscal general. Esa escaramuza la perdió Gustavo Petro: recibió una paliza de Derecho Constitucional del fiscal Francisco Barbosa y del presidente de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, Fernando Castillo Cadena, quien catalogó como “errada” la visión que Petro quería imponer del artículo 115 de la Constitución para desbaratar la autonomía e independencia judicial.

Interferir es zarandear a los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes, y a la ciudadanía, vociferando que nadie puede destituir a Petro pues él fue elegido, no por el pueblo de Colombia, sino por “[su] pueblo”. ¿Hay un pueblo “de Petro” y otro “pueblo” que no lo es? ¿El pueblo “de Petro” atacará al otro “pueblo” si destituyen a Petro? Curiosa idea de la democracia la que tiene el actual ocupante de la Casa de Nariño.

El mandatario sentenció en Sincelejo: “No hay nadie que pueda terminar con este gobierno”; “Nos vamos hasta el 2026”. Falso. La presidencia de la República de Colombia no sale de un tumulto. Sale de una elección ciudadana, que convoca a todos y no a una parte. La elección es un acto de Derecho público, no el festejo intocable de una muchedumbre. Y lo que se hace en Derecho puede ser deshecho en Derecho. Si las reglas de la elección presidencial fueron violadas la justicia tendrá que decirlo y el mandato termina y el mandatario se va. Petro no está por encima de todo por el hecho de creer que ha sido investido por “su” pueblo. El mesianismo populista es un tremendo error que está llevando a Petro y a Colombia al desastre.

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