Hace pocos años la guatemalteca Gloria Álvarez expresó en una entrevista como los latinoamericanos no escarmientan en cuerpo ajeno; hablaba, por ejemplo, de cómo los cubanos jamás pensaron padecer el comunismo o como los venezolanos decían que jamás serían como los cubanos. Podríamos hacer la misma similitud para el caso de los chilenos, estoy seguro que estarán diciendo que jamás serán como Venezuela; pero acaban de aprobar una reforma a la Constitución donde sin lugar a dudas la izquierda tiene grandes posibilidades de incluir serias transformaciones al modelo económico chileno que para nadie es un secreto es de los mejores de América Latina y a nivel mundial representa lo que un país en desarrollo debería realizar para brindar mejores condiciones económicas y sociales a su población. Lo absurdo y paradójico es que lo están llevando a cabo por las vías democráticas, aplicando como en los demás países de América Latina (a excepción de Cuba donde accedieron al poder por las armas) donde el socialismo ha llegado el poder el modelo Gramsciano (definido por Antonio Gramsci, jefe del partido comunista italiano en 1930) que establece que las revoluciones se hacen con votos y no con armas.
No resulta lógico ni comprensible que existan tantas personas con el firme propósito y deseo de implementar en Colombia un sistema similar al que tantos estragos ha ocasionado en otrora países prósperos como Cuba y Venezuela pese a las clarísimas y marcadas consecuencias que han padecido los habitantes de cada uno de ellos, a quienes seguimos viendo emigrando de Cuba (especialmente hacia Estados Unidos arriesgando incluso su vida en el mar o más recientemente haciendo un doloroso periplo por Suramérica hasta Colombia y de aquí a Panamá por las selvas del Darien y desde allí intentar acceder al país norteamericano). En el caso de los venezolanos, para nadie es un secreto la enorme cantidad de ellos que han abandonado su país (se estima que 4 o 5 millones de venezolanos de los cuales nuestro país alberga una cifra cercana a 1.800.000) huyendo de las terrible situación política, social y económica y no como descaradamente expresa el Señor de la Bolsa, que dice que huyen de las consecuencias del bloqueo que han interpuesto a la narco dictadura venezolana.
Esos que desean que Colombia se implante el socialismo del siglo XXI son quienes apoyan al Señor de la Bolsa, el principal responsable de la implementación del modelo económico venezolano que llevó a la debacle de ese país (reitero, recordemos que él reconocía orgulloso en 2003 su papel como asesor económico de Hugo Chávez y hablaba con júbilo de su modelo el Neopopulismo). Son los mismos que no ven la realidad de la situación del pueblo venezolano, consideran que son exageraciones y mentiras de sus enemigos políticos. Para esos dirigentes el socialismo es un modelo digno de implementar, saben que representa para ellos una enorme oportunidad de acceder al poder y a los enormes beneficios económicos que ello les significaría, desean ser como las familias de Castro y Chavez, hoy billonarias gracias al sistema que arruinó a las ciudadanías de ambos países.
El deber ser es que quienes desean ese modelo se trasladen a vivir a Venezuela y reciban las mieles que según ellos el sistema ofrece; por otro lado, que nos dejen al resto de colombianos “padeciendo” (a modo de ver de ellos) las desventajas del capitalismo, del libre mercado, de la democracia, de la libertad de opinión, etcétera. Pero no, se empeñan en que todos los colombianos padezcamos las consecuencias de ese verificado nefasto modelo; quieren escarmentar en cuerpo propio, eso estaría bien si no implicara que por su anhelo perjudicarían a millones de colombianos. En todo caso, es un modelo que no vale la pena ensayar, mucho menos cuando está verificado que sus resultados son pavorosos en temas económicos, políticos y sociales; más aún, algo también comprobado, una vez lleguen al poder jamás se desprenden de él, si no miren a Cuba, Venezuela o Nicaragua. Para que no queden dudas, el propio Señor de la Bolsa en 2018 dijo que su proyecto era para 10 años o más; se verifica, una vez llegan al poder, no lo soltarán. Increíble que haya quienes deseen algo similar.
EL COLMO 1: Perversas las acciones de Nayibe como alcaldesa, ahora culpó a los venezolanos de la inseguridad, su Secretario de Seguridad pidió dejar de ver noticieros para dejar de sentir miedo. Lo grave es que según una encuesta califican su gestión como positiva el 70%. NO HAY DERECHO.
EL COLMO 2: Absurdo que un juez laboral en fallo de tutela ordene a la policía suspender el uso de gases lacrimógenos en la contención de hechos vandálicos, la justicia nuevamente desea maniatar a la Fuerza Pública para enfrentar a los criminales que salen a arrasar con todo en medio de las protestas. NO HAY DERECHO.