
La historia de Manuel Marulanda Vélez, alias “Tirofijo”, no terminó con su muerte en 2008. Su legado de terror sigue vivo, y sus seguidores, ahora divididos en la vieja generación pensionada y premiada por el gobierno de Santos con curules en el congreso (sin haber pagado sus crímenes, entregado todas las armas, rutas del narcotráfico y sin contar la verdad) disidencias, lo honran de la única manera que conocen: con sangre y plomo. Así quedó demostrado en la madrugada del 26 de marzo, cuando las disidencias de las FARC atacaron de manera simultánea cinco municipios del Cauca, sembrando el pánico entre la población civil y la fuerza pública.
Los ataques de ayer ocurrieron en Toribio, Corinto, Caldono, Caloto y Santander de Quilichao, y fueron ejecutados con armas largas y explosivos contra estaciones de Policía y bases militares. Lo más alarmante es que estos atentados ya habían sido anunciados por los mismos terroristas con antelación, con el objetivo de “conmemorar” el aniversario de la muerte de su comandante fundador. El mensaje es claro: siguen en pie de guerra, sin importar cuántos acuerdos de paz se firmen o cuántas concesiones les otorgue el gobierno. ¿Hago una pregunta acaso la viuda de este genocida terrorista (Sandra Ramírez) se sentirá orgullosa de estos actos terroristas en honor a su finado marido terrorista?
La realidad del país con una intención presidencial, una paz de papel y un gobierno ausente. Mientras las disidencias festejan con ataques, secuestros y asesinatos, el gobierno del “cambio” sigue vendiendo la idea de una paz que solo existe en su mente y en los discursos grandilocuentes y distorsionados del mundo real al que nos tiene acostumbrados. La estrategia de diálogo con el mal llamado Estado Mayor Central (EMC), liderado por alias “Iván Mordisco”, ha resultado en más violencia y mayor control territorial por parte de estos grupos. En su más reciente aparición en video, este cabecilla aprovechó para rendir homenaje a “Tirofijo” y, de paso, lanzar críticas tanto al expresidente Juan Manuel Santos como al actual mandatario, Gustavo Petro, acusándolos de traición a la causa guerrillera. (Dios los cría y ellos se juntan)
Pero la verdadera realidad es que el Estado no solo ha sido incapaz de frenar la expansión de estas organizaciones criminales, sino que ha contribuido a su fortalecimiento. La falta de autoridad en zonas rurales, la tibieza en la respuesta militar y las concesiones disfrazadas de diálogos de paz han permitido que el Cauca, el Catatumbo y otras regiones del país se conviertan en territorios sin ley, dominados por estos herederos del narcoterrorismo.
El precio que paga el pueblo colombiano por las malas decisiones de un presidente que se inventó una paz que nunca fue y donde el único ganador fue el, de un premio de falsa Paz y mentiras. Más allá de los ataques recientes en el Cauca, la ofensiva de las disidencias de las FARC no se ha limitado a esa región. En lo que va del año, los atentados y emboscadas contra la fuerza pública han aumentado en todo el país. En el Catatumbo, más de 60,000 personas han sido desplazadas por los enfrentamientos entre estos grupos y el ELN. La semana pasada, 29 soldados fueron secuestrados en el Guaviare, en otro claro desafío al Estado.
Los colombianos de bien, los que madrugan a trabajar y no viven del crimen, siguen siendo las principales víctimas de este desangre. Los secuestros han vuelto a convertirse en una moneda de cambio, la extorsión sigue asfixiando a los pequeños y medianos empresarios, y la zozobra se ha instalado nuevamente en las regiones más golpeadas por la violencia. Mientras tanto, el gobierno sigue más preocupado por vender una falsa narrativa de paz que por defender a su gente.
¿Cuántas muertes más se necesitan? El aniversario de la muerte de “Tirofijo” nos recuerda que el terrorismo de las FARC no es cosa del pasado. Sus disidencias siguen operando con fuerza, y su capacidad de ataque es una evidencia de que el país con este gobierno está perdiendo la batalla contra el crimen organizado.
Es momento de que el gobierno entienda que no se puede dialogar con quienes solo buscar imponer su ley con balas y explosivos. Colombia necesita un liderazgo firme, una política de seguridad coherente y, sobre todo, la voluntad de enfrentar a los grupos armados que siguen desangrando el país sin conceder prebendas, salvoconductos o patentes de corzo para que continúen delinquiendo y sigan desangrando la nación. De lo contrario el legado de terror de tirofijo seguirá vivo, y los colombianos seguirán pagando con su vida en precio de la indiferencia estatal.