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Especialistas con base en investigación de estudiantes del programa Psicología de Unisimón emiten seis consejos para hablar sobre la muerte con menores de edad

Young happy girl riding on a swing in the park
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Barranquilla, 4 de noviembre de 2018.- La muerte y sus consecuencias en la vida de las personas van más allá del dolor y la ausencia. Por eso una celebración como el Día de los fieles difuntos, cada 2 de noviembre, abre la oportunidad para reflexionar sobre un fenómeno que el escritor y orador estadounidense Leo Buscaglia llamó la última sorpresa que nos da la vida.

Matilde Eljach, doctora en antropología y miembro del grupo de investigación Historia, Sociedad y Cultura Afrocaribe de la Universidad Simón Bolívar, considera “sanas” celebraciones como el Día de los Difuntos para recordar a quienes se han ido. “Es parte de la ritualización de la vida desde una perspectiva católica y, más que ir al cementerio, es una oportunidad de recordar que la muerte es una certeza que debe enseñarnos a vivir mejor”.

Tradiciones como esta permiten también que las personas hagan más llevadera la transición de un momento de vida a otro, puesto que permiten una comunicación y expresar el dolor.

“Cumplen un papel muy importante porque facilita el acompañamiento, que la persona pueda reconocer y expresar su pérdida de manera aceptable, y facilitan que en el contexto interpersonal haya un acercamiento y se muestren formas de solidaridad”, explicó Orlando González Gutiérrez, investigador experto en dinámicas psicosociales en individuos y magíster en psicología clínica y de familia.

Pero, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos o hijas, en caso de que debamos afrontar el deceso de un familiar o una persona cercana? Yolima Alarcón Vásquez y Marly Bahamón Muñetón, doctoras en Psicología e investigadoras del grupo Desarrollo Humano, Educación y Procesos Sociales, aconsejan seguir seis claves para ayudar a niños en procesos de duelo, con base en entrevistas de estudiantes del programa de Psicología de Unisimón a más de 150 menores, de entre 5 y 10 años de edad residentes de Barranquilla.

1.- La edad y el concepto de muerte

La comprensión de la noción de muerte depende del nivel de pensamiento.

Menores de 3 a 4 años la ven como algo no definitivo. Por eso, aunque se les explique que la persona murió, seguirán preguntando cuándo viene y dirá que quiere verla.

Menores de de 5 a 7 años tienen un pensamiento concreto y la gran mayoría no manejan el concepto de irreversibilidad, de que la muerte es para siempre. Lo mejor es hablarles en términos concretos: el cuerpo dejó de funcionar, ya no está con nosotros, decir la verdad. Decirles “está dormido” o “está de viaje” es generales falsas expectativas, por tratar de evitarle dolor al niño.

De 8 a 10 años, se posee un pensamiento más deductivo y ciertas representaciones de la vida. No han interiorizado el concepto de universalidad: la muerte es para todos y todos podemos morir en cualquier momento. Al interrogante, ¿quiénes pueden morir? Suelen responder que los abuelos o “los viejitos”, asumiéndolo como parte del ciclo vital. Pero también “el enfermo” o “el malo”. Es decir, identifican que la muerte puede ser para la vejez, “el enfermo” o “el malo”.

2.- ¿Y si presencia una muerte?

En niveles socioeconómicos bajos, los menores están expuestos a escenas violentas de homicidios y riñas. De ahí repiten lo que observan y escuchan: el malo que murió, la parte del cuerpo herida.

Estar próximos a esas experiencias les da un conocimiento, pero nadie les habla sobre la muerte, qué pasa o cómo enfrentarla. Presenciar muertes, por causas varias, puede causar temores. Es importante hacer la educación en el tema, de ahí que no está de más buscar ayuda de un psicólogo o un orientador espiritual.

3.- Hablarles sin temor

No puede ser mito. La mayoría de padres se niegan a que a sus hijos se les hable sobre la muerte porque “el niño está muy pequeño”, “se le puede causar daño”. Salvo en clase de Naturales, donde se aprende que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren, tampoco se profundiza en la muerte.

4.- Que manifiesten las emociones

En niños de 3 a 4 años, la mejor oportunidad de que manifiesten sus emociones es a través del dibujo, la pintura, porque no tienen la capacidad oral para expresar lo que están sintiendo.

Lo recomendable es permanecer cerca y atentos a ellos: qué dicen.

5.- Apoyo social

En las entrevistas a los niños, se ha identificado la importancia de cómo perciben que haya alguien que les ayude. Producto del trabajo de campo de los estudiantes, como parte de un proyecto de investigación, las psicólogas Alarcón y Bahamón elaboraron cuentos para que los menores de edad tengan nociones de cómo afrontar un suceso trágico. Por eso, en estos siempre hay un personaje que les brinda la mano para inculcarles en pedir ayuda: un profesor, un amigo, el hermano, la mamá o el policía.

6.- El duelo

Tanto para un adulto o un niño, el duelo es un tema intenso, en especial si es una muerte inesperada. Las entrevistas realizadas por los estudiantes han permitido elaborar cuentos que ilustran a los pequeños sobre la muerte. A través de un personaje, se les induce a detectar cómo podría asumir la muerte. Tener conocimiento sobre la muerte, sin embargo, no quiere decir que un menor no tendrá un proceso duelo. Lo recomendable es dejar que experimente el dolor, como parte de su desarrollo humano, pues tendrá que reconfigurar su sentido de vida y la forma de afrontarla sin el ser querido que ha muerto.

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