A fines de enero tuve una larga discusión con un grupo de amigos que, por la naturaleza de su trabajo en los medios, la academia y la política, está muy bien informado de la situación nacional e internacional. Al final, hice un apuesta con todos: a pesar de lo que parecía en aquel momento, Maduro no se caería. Apostaron a que sí, a más tardar en marzo. Les di abril. El primero de mayo, dije, nos pasará como en el famosísimo y brillante microcuento de Augusto Monterroso: “[c]uando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Gané y pienso cobrar. Pero no apostaría de nuevo. Hay nueva información que muestra que el régimen de Maduro pende de un hilo.
Según se ha conocido, la oposición y los Estados Unidos han tenido en las últimas semanas negociaciones con jefes militares de la Fuerza Armada venezolana, oficiales del Sebin, el servicio de inteligencia política del gobierno, miembros del Tribunal Supremo, y algunos de los más altos dirigentes políticos del régimen chavista. En esas negociaciones se le ha ofrecido a la cúpula militar y política chavista la posibilidad de que salga indemne de Venezuela, se asile, mantenga al menos parte de su fortuna y no se le persiga internacionalmente. Después de la salida se designaría un gobierno provisional que adelantaría, en pocos meses, unas elecciones libres y competidas.
Ese movimiento, denominado “Operación Libertad”, en la cual la lealtad de los líderes institucionales de la Fuerza Armada y la justicia se volcaba hacia la oposición, iba a ocurrir a partir del jueves dos de mayo, después de que la oposición mostrara su apoyo en las calles con masivas manifestaciones populares el día de los trabajadores. Pero Juan Guaidó y Leopoldo López hicieron un conjunto de apariciones y anuncios en la madrugada del martes 30. Dos son los motivos que, se dice, pudieron haber dado lugar a ese cambio de planes: por un lado, que hubo filtraciones que pusieron en peligro la operación, Guaidó se enteró que iba a ser detenido, y decidieron acelerar los anuncios; por el otro, que Guaidó y López se adelantaron para reafirmar su liderazgo y protagonismo frente a otros jefes de la oposición. Como sea, la jugada fue prematura porque para el martes las negociaciones seguían en marcha y los acuerdos no estaban cerrados. Sorprendió a las partes y, de momento, la operación fracasó.
Pero el juego sigue abierto y las jugadas son más agresivas. Estados Unidos entienden que si Maduro no se ha ido es porque Rusia y Cuba le han alentado a quedarse. Por eso el secretario de Estado Mike Pompeo anunció que hablará directamente con Lavrov, su colega ruso, y se anunciaron medidas más fuertes contra Cuba, al que ya le pidieron directa y expresamente que retirara todas sus unidades militares y de inteligencia de Venezuela. El gobierno Trump parece dispuesto a apretar económicamente a Cuba, hasta la asfixia, si se mantiene en su posición de no permitir la transición en Venezuela. En momentos en que la isla pasa por angustias, entre otras razones porque el petróleo venezolano ya no está disponible, el apretón norteamericano agravaría la situación. EEUU también ha anunciado sanciones a Rosneft, la petrolera rusa que ha enterrado más de nueve mil millones de dólares en Venezuela, por continuar comprando petróleo venezolano.
Al mismo tiempo, aunque con obvia mayor discreción, las agencias de inteligencia y los militares norteamericanos están planeando las diferentes opciones militares contra la cúpula chavista si, por las razones que fueran, la salida pacífica se viera frustrada. En este momento, las distintas opciones siguen abiertas y los Estados Unidos siguen buscando un acuerdo con la cúpula chavista. Pero parece estar llegándose a un punto de no retorno. El viernes se ha anunciado una prohibición de todos los vuelos en espacio aéreo venezolano por debajo de los 26 mil pies. Si no es por las buenas, la transición sería por las malas.
No tengo duda de que una operación militar contra el régimen chavista es el peor escenario para Colombia, aunque sea realizada con la precisión del mejor cirujano. Existen los riesgos de una respuesta venezolana contra objetivos en nuestro país y de un escalamiento de la confrontación. Una guerra civil en Venezuela sería una tragedia.
Pero parece claro que el gobierno de Trump está decidido por la caída del régimen chavista. O Maduro y compañía aceptan el trato con los gringos o consiguen muy rápido un acuerdo alternativo con la oposición para unas elecciones libres. Es eso o, me temo, una solución sangrienta.