COSTA NOTICIAS

El regreso del camaleón. Por: Eduardo Mackenzie

Resumamos el programa que Gustavo Petro le ha encomendado a Roy Barreras, exembajador en el Reino Unido (1): que los partidos “de centro” (léase santistas, uribistas, liberales, Vargas-Lleristas, conservadores progresistas, verdes), acepten coaligarse con el desgastado petrismo para ganar la elección presidencial de 2026, única vía, según Barreras, para que el próximo gobierno sea viable.

En caso contrario, si Petro no gana con la ayuda de idiotas útiles, la minoría perdedora incendiará una vez más al país con un “estallido social” jamás espontáneo, y sí muy bien concebido y autorizado por Venezuela y Cuba, estallido que, además, durará cuatro años. Barreras dice esto, pero al revés: si gana la derecha, que él define como “extrema derecha”, ésta “reprimirá violentamente” a los petristas y estos responderán con un “estallido social”.

Empero, dicho “estallido” podría comenzar dentro de poco y no bajo el control de la “extrema derecha” sino del mismo Petro. Totalmente desesperado, el inquilino de la Casa de Nariño envió la orden a los sindicatos comunistas de montar un “paro nacional” para este 28 y 29 de mayo, para borrar de la imaginación ciudadana las complicaciones que él le ha creado al país y los escándalos de corrupción y violación de las normas electorales en 2022, cuyas investigaciones están en curso.

La curiosa argumentación de Roy Barreras, con la cual el camaleónico político del Valle del Cauca quiere armarle a Petro “una coalición de centroizquierda” que le permita seguir en el poder por cuatro años más, no resiste un análisis.

Según el exsenador, hay urgencia en el país de cerrarle el paso a la “extrema derecha” como si ésta fuera la responsable de la situación desastrosa en que Petro sumió a Colombia en solo 36 meses de gobierno.

El intento de Barreras de invertir los factores de la realidad es evidente pero no convence. Barreras no viene a servirle a Petro sino a servirse él mismo. Su intención no es ser el arquitecto de una coalición que lleve a otros a la Casa de Nariño, sino posicionarse él como candidato presidencial de una coalición variopinta, que él sabe desde ya inestable y sin principios.

Como los otros jefes de la corriente castro-chavista, Roy Barreras quiere ser presidente de la República, como si Gustavo Pedro no hubiera clausurado –con su gobierno fanático, violento, destructor y corrompido hasta la médula–, la posibilidad de que esa corriente, y sus antenas más extravagantes, sigan atornilladas al poder para continuar el pillaje del país.

Ese plan no despierta el entusiasmo en los cenáculos que Barreras quiere poner a su servicio. El exsenador multicarta (2) está en guerra con una ala importante del Pacto Histórico, entre otros con Luis Carlos Reyes, exministro de Comercio y ex director de la Dian (3).

“Yo tengo un plan” le soltó Barreras al periodista Federico Gómez. La oferta es armar una “coalición de centro-izquierda” –un remedo de la vieja táctica del “frente popular” de Stalin durante la Guerra Fría–. Barreras busca, por otra parte, sabotear la marcha del proceso de destitución de Gustavo Petro en el Congreso. Intenta, además, impedir que tome forma la “gran coalición de varios sectores políticos para proteger la Constitución de 1991 y tumbar la idea de hacer una constituyente”, idea lanzada por el expresidente César Gaviria en mayo de 2024. Este último pidió, por otra parte, escoger un candidato presidencial único para la elección de 2026, mediante una “consulta interpartidista”. Barreras levanta cortinas de humo para eclipsar todo eso.

El petrismo, hoy es un pálido reflejo de lo que era en 2020. Hoy está apoyado por minorías intoxicadas ideológicamente y maleables (como quedó visto en todo este periodo, sobre todo en el acto de Barranquilla bajo un grafiti de hoz y martillo). ¿Quién ignora que el petrismo pasó del primer lugar en las legislativas de marzo de 2023, al cuatro lugar, siete meses después, en las regionales de octubre de 2023, y que en esta última votación perdió 8 millones de votos, solo 12 meses después de llegar a la presidencia de la República? El Pacto Histórico no tiene cuadros políticos (lo vimos en el desfile calamitoso de ministros y otros funcionarios ineptos y sin la menor idea de lo que es el interés general).  Ello explica que en ningún lugar se vea un repunte político-social del petrismo. Por el contrario, en los estadios y eventos deportivos y culturales, los colombianos gritan “¡Fuera Petro!”.

Ante tal coyuntura, la alternativa es usar y abusar de la mentira y de la fuerza para arrastrar, mediante el terror, psicológico y material –para eso sirve la “paz total”–, a los caciques, a los activistas independientes y a las clientelas electorales sin brújula. Ese es el objetivo de la patética perorata de Petro en Barranquilla: desatar la guerra entre los colombianos, la guerra contra los opositores, contra el Congreso y las Cortes, y contra quienes no aceptan ser cómplices de sus desórdenes.

Allí predicó la guerra de clases (obreros y empleados contra empleadores), calificó a los industriales y comerciantes de “criminales” y “paramilitares”, opuso “el pueblo” a los “HP congresistas”, invitó a la guerra de razas (indígenas contra urbanos y agricultores), a la guerra del centralismo contra las regiones (contra las ciudades y departamentos que se abren a ciertas formas de autonomía), a la guerra contra la diplomacia tradicional (campo occidental contra el espacio chino-ruso-iraní).

La campaña electoral de Petro, quien trata de resucitar la reelección mediante una Constituyente de bolsillo, comenzó a obscuras con el mitin portátil y crepuscular de Barranquilla. El 28-29 y 30 de mayo estallará en las calles en forma mucho más directa: prometen vengarse de los senadores sin que la oposición militante haya dado un paso para unificar la resistencia contra tales planes.

Comparte esta entrada:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.