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Cuando el igualitarismo disfrazado de igualdad es útil para alimentar el resentimiento social. Por: Ex Magistrada María Patricia Ariza Velasco

Recientemente un estudiante de posgrado, obviamente progre, pretendió venderme la idea que gracias al socialismo la igualdad es el paradigma para esta sociedad de la postmodernidad, agobiada por la posverdad, precisamente por la gracia y obra de la manipulación de teorías que son de vieja data y que manipuladas consiguen vender narrativas absurdas e ilógicas, desde la misma práctica real, no solo teóricamente, pero que sientan las bases para mayor resentimiento en una sociedad donde leer conscientemente, estudiar e investigar, pese a la facilidad que no obliga a recurrir a las bibliotecas, sino que la web generosamente ofrece documentos creíbles, pero que también existe el deber de sopesar y no acudir a aquellos escritos por personas sin formación básica y mucho menos avanzada.

No podía responder inmediatamente, porque el tiempo iba de prisa en la salida de aulas de clases y a horas avanzadas de la noche, que imponía por seguridad la movilización pronta para no ser presa de la labor de la delincuencia que va en aumento en proporción geométrica, que todos los días es tema de los medios de difusión que no son totalmente áulicos del inquilino de la “carpa de Nariño”, pues en columna anterior explique porque se había convertido la casa en carpa.

Estudiar filosofía o derecho, imponen la necesidad de comprender mejor el discurso de la igualdad, sobre el cual han corrido litros de tinta (ojala comprendan la metáfora y sobre todo qué es metáfora), mayormente cuando se pudo trasegar en el estudio de una Especialización en Filosofía del Derecho que significo enfrentar en corto tiempo al menos principios filosóficos, combinados con el Derecho y las normas legales naturalmente, partiendo al menos desde la modernidad, para no ahondar en las raíces remotas de los griegos o de otros pueblos que tras investigaciones se ha demostrado, que ya avanzaban con seguridad sobre el discurso de la igualdad.

El lema de la Revolución Francesa de 1789, fue libertad, igualdad y fraternidad, tomado de la Declaración del Congreso de Filadelfia, que se había proclamado en 1776, 13 años antes donde literalmente en una de sus partes se lee (tengo un facsímil del documento que recibí de regalo de alguien que visitó la Biblioteca del Congreso en Washington D,C.): Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Según esta concepción y después la de los derechos del hombre, apunta a la clasificación que desde la filosofía se reconoce como derechos naturales, consustanciales al ser humano, sea hombre o sea mujer, sin distinciones de ninguna concepción religiosa, política o racial. Por tanto, como muchas personas, me resisto a la ridícules que adorna los discursos gaseosos cuando se usa el todes, que no permite el acceso real a minorías con diferencias reales como ciegos, parapléjicos, mudos, sordos, población de menor estatura, etc., porque no es posible utilizar el muy castellano término de enanos, pues la retórica de los eufemismos está ganando terreno para justificar lo injustificable, impuesta por los progres a través de la posverdad.

La igualdad implica condiciones de vida digna, acceso al agua potable, a la alimentación, al ambiente sano, a la educación básica y media, a la salud, al trabajo y esté en condiciones dignas, razón por la cual se han trazado hoy en día parámetros internacionales. En resumen, la igualdad como derecho y principio, como base del desarrollo personal, connatural a todas las personas, aún desde antes de nacer constituyen criterios ineludibles, que no fueron conquista del socialismo ni del comunismo, como pretenden hacerlo creer desde el socialismo, emergiendo en consecuencia el criterio arrasador del igualitarismo, que califica toda desigualdad como injusta e ilegítima, sin tener en cuenta que existen variables complejas como la edad, el conocimiento, la experiencia, que no pueden obviarse.

Las interpretaciones exóticas, si así pueden calificarse, nacidas en lo íntimo del igualitarismo uniforme, masificador, homogeneizador, impulsados desde el socialismo o el progresismo, enciende las alarmas, porque oculta la verdad que no es más que el totalitarismo y se trata de una conclusión de carácter pragmático. El igualitarismo, por ejemplo, desplaza la capacidad, el conocimiento, la experiencia, para justificar el acceso al poder de los menos competentes, generalmente adornados de una enorme dosis de resentimiento social, excluyendo los criterios de meritocracia, eliminando las condiciones para acceder a cargos públicos, a fin de favorecer sus verdaderas intenciones, que no son otras más que llevar a las camarillas de los zurdos ineptos e incompetentes al poder, sacrificando todas las reglas que constituyen o hacen parte de la lógica, algo así como llevar a conducir un tractocamión a una persona que solo sabe conducir una bicicleta y de esto sí que ha dado pruebas el primer inquilino payaso de la nación. Solo a manera de ejemplo el tocayo del mismísimo cada vez más de declive frente a la opinión pública Gustavo Bolívar, que, al aspirar a ser senador en el periodo anterior, su programa para cumplir en la tarea legislativa fue “llevar a la cárcel a Uribe”, por tanto, demostró desde entonces que era un incapaz, una persona analfabeta funcional, que además desconocía su tarea en el Congreso de la República, por supuesto el conocimiento de la misma Constitución Política, pero superó la situación integrando una UTL con personas conocedoras de cuáles eran las funciones o tareas de un legislador, pero se desconoce alguna argumentación oral en los debates de las ponencias que presentó o acompañó durante ese periodo legislativo. Su tarea, su experiencia se contraía a ser escritor de guiones de narconovelas, sin formación profesional, lo cual no se no se aviene al cargo que hoy ostenta, el de director del Departamento Administrativo para la Prosperidad Social.  Un vivo ejemplo de igualitarismo, permitir que, por ser persona, acceda a las mieles del poder.  Surge la pregunta y también una respuesta que se deriva de los sucesos de corrupción conocidos nacionalmente, tema este último objeto controversia no solo interna, además en los contextos internacionales.

En efecto la pregunta es si el mencionado guionista Bolívar, reúne las competencias del conocimiento y la experiencia, para ocupar el cargo antes mencionado, al igual que tantos otros sujetos nombrados por el primer gran mentiroso de la nación, incluyendo personas con destino a la diplomacia en representación de Colombia, además de extranjeros nacionalizados a las carreras, para ocupar empleos públicos a los que liberalmente se supone, designa en ejercicio del igualitarismo, pero no de la igualdad.  Obviamente, la respuesta gravita en torno a la fidelidad propia del perro que se enfrenta a uno de mayor corpulencia y tamaño, para preservar la vida del amo. En nombre del igualitarismo, más no de la igualdad, en este tiempo de la posverdad, la democracia tambalea y alimenta los “autogolpes blandos “, del reconocido señor de las “bolsas negras”, que por todo lo que sucede a su alrededor, por lo que dice y lo que niega, por lo que afirma y después se retracta con argumentos inverosímiles, nos encontramos descendiendo vertiginosamente en el ranking mundial de los países en desarrollo sostenible y en cambio ascendiendo al podio de las democracias fallidas, en atención a los acuerdos de los foros de Sao Paulo y Puebla.

 

 

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