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Crecer, crecer y crecer. Por Rafael Nieto Loaiza

dolaresEl Banco de la República ha anunciado esta semana que, de acuerdo con su análisis, el crecimiento de la economía este año será apenas del 3%, por debajo del 3.6% que preveé el Gobierno. Sea cual fuere al fin de año el resultado, un crecimiento en ese nivel es mediocre e insuficiente. La economía debe crecer a una tasa de al menos un 4% para bajar el desempleo y disminuir la pobreza. Hoy el 27% de los colombianos vive bajo la línea de pobreza y de ellos el 7.2% vive en la pobreza absoluta. Unas cifras inaceptables, de las que se alimentan la izquierda radical y el populismo, poniendo el sistema democrático en peligro. Y aún crecer al 4% es insuficiente. Necesitamos crecer a tasas de, como mínimo, el 6%, para asegurar nuestro futuro.

A estas alturas de la historia, fracasados todos y cada uno de los intentos socialistas que, para rematar, casi siempre vienen acompañados de represión de derechos y libertades y, la mayoría de las veces, de violencia y muerte, los economistas serios saben que el camino del crecimiento necesita de la economía de mercado. Solo las economías capitalistas han sido exitosas. Lo saben hasta los chinos que, después del desastre criminal de la “revolución cultural” de Mao, se abrazaron desesperadamente al capitalismo, con formidables resultados. Desde 1978 a 2014, el ingreso per cápita aumentó 16 veces. La tasa de pobreza extrema cayó del 89%, durante la revolución maoísta,  al 1% en el 2018. 740 millones de chinos han salido de la pobreza en estos años. El producto interno bruto pasó de 150 mil millones de dólares a US$12.240.000 millones, según la ONU. El año pasado, la economía china creció a su peor tasa en 30 años: la bobadita de 6.6%.

El punto es que para sacar de la pobreza a ese tercio de la población colombiana es indispensable crecer a tasas mucho más altas que las actuales. Esa debe ser la meta, no la de conformarnos con las muy mediocres tasas actuales o con mejoras marginales. Para ello, sin embargo, es indispensable resolver un conjunto de cuellos de botella que hacen imposible mejorar la productividad y el crecimiento. En esta columna abordo los primeros de esos gravísimos problemas:

La informalidad. Es, quizás,el peor de nuestros problemas económicos. Hoy, el 49% de los colombianos está fuera de la formalidad. Eso significa que la mitad de los colombianos paga impuestos, aporta a la seguridad social y al sistema de salud, y genera empleo formal, y la otra mitad no lo hace. Un sistema económico que se apoya sólo en el 50% de los ciudadanos y que asume el otro 50% como una carga es insostenible, inviable.

El costo fiscal. Colombia tiene una de las tasas impositivas más altas del mundo, cercana al 70%. Tienen razón quienes resaltan que, comparativamente, el nivel del recaudo en Colombia es muy bajo. Las estimaciones muestran que el aporte fiscal al PIB está entre el 14 y el 16% del PIB, cuando en la OCDE está entre el 28 y el 30% y el promedio en América Latina es algo por encima del 20%. Pero lo que no se dice es que en nuestro país el grueso de ese aporte actual está en cabeza de unos muy pocos y que el aumento del recaudo no puede seguir haciéndose sobre los hombros de los actuales aportantes. Y que las altísimas tasas impositivas actuales son un estímulo perverso a la informalidad. La reducción real y sustantiva de estas tasas contribuiría notablemente a la formalización y al aumento del recaudo tanto por la ampliación del número de aportantes como por la disminución de la evasión.  Por supuesto, también hay que ampliar la base tributaria, tanto para impuestos directos como indirectos, y mejorar la tarea recaudadora de la DIAN.

El costo laboral. Más allá de la discusión sobre si el salario mínimo es muy alto en Colombia, en lo que no hay consensos básicos, no hay duda de que los costos laborales no salariales son excesivos. Mayores al 50%, castigan la creación de empleo formal y fomentan la informalidad. Además, hay que reducir los costos de despidos, promover salarios diferenciales para menores de 25 años, y remover las barreras de permanencia por discapacidad.

Otros cuellos de botella serán abordados en próximas columnas.

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