Hace algunos años tuve la oportunidad de visitar El Salvador y me impresionó el inmenso nivel de pobreza que observé a causa de la imperante corrupción gubernamental.
Desde hace 5 años, en mi labor como profesor bilingüe he estado enseñando inglés a jóvenes que recién llegan de ese país a los Estados Unidos de América.
A través de ellos y de sus familias, de primera mano, he logrado apreciar el positivo cambio que ha sufrido ese país y comprender la razón principal del éxito de su presidente Nayib Bukkele.
El presidente Bukkele le arrebató el control del país a la vieja política, responsable de la corrupción que generaba la pobreza.
Unió al país alrededor de objetivos nacionales y una esperanza de bienestar que, con un manejo acertado, eficiente y pulcro de la economía, ha logrado empezar a hacer realidad.
Finalmente, fortaleció no solo material, sino moralmente a la fuerza pública y recuperó el respeto de los ciudadanos a la autoridad que solo puede provenir de la legitimidad que emana cuando la sociedad se siente verdaderamente representada por el gobernante.
Eso le ha permitido acometer una misión que parecía imposible:
Acabar con la pesadilla de la “mara salvatrucha” y devolver la tranquilidad a sus compatriotas.
A este día, El Salvador se acerca a su sexto mes sin homicidios.
¿Cuál es, entonces, la enseñanza para Colombia?
La legitimidad de la fuerza pública proviene de una sola fuente: saber que está siendo comandada por un gobierno que es la genuina representación de la sociedad y que sus integrantes son los mejores, los más honestos, los más capaces y los más comprometidos.
Si esto falla, la autoridad se derrumba y cualquier grupo que enarbole banderas de rechazo, justificadas en la ineptitud, la corrupción y la indolencia del gobierno, la puede confrontar.
La solución, entonces, no está en permitir que sigan colocando a la fuerza pública como carne de cañón contra esos grupos que se manifiestan contra esa “caterva de descastados”, para que esa “caterva de descastados” permanezca en el poder o peor, para que la otra “caterva de descastados” que nos ha traído a este lamentable estado de cosas, vuelva al poder.
La solución está en relevar del poder a esa “caterva de descastados” pero no para reemplazarlos por la vieja “caterva de descastados” sino para colocar en el gobierno a representantes legítimos de la sociedad, verdaderamente comprometidos con el bienestar de todos y no con su propio bolsillo.
Una vez se haya logrado eso, tal y como sucedió en El Salvador, toda la sociedad buena de Colombia, que representa más del 99% arropará al gobierno, elegido en verdadera democracia, no en pseudodemocracia de coimas, puestos y contratos, y como una sola nación, a través de su Fuerza Pública, fortalecida material y moralmente, derrotarán a ese 1% de criminales violentos que nos está robando la tranquilidad.
Ese sí es el verdadero camino.
Lo otro es volver a los mismos con las mismas.
Estudios recientes de la Universidad de Princeton dicen que esta famosa frase no es de Einsten:
“Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.
Yo estoy de acuerdo, pues eso, evidentemente no es locura, es la más soberana imbecilidad.
Para su gentil reflexión.
Fuerte abrazo.