
Mientras Colombia llora la muerte de sus héroes, el presidente Gustavo Petro duerme. En menos de una semana, el país ha sido testigo de una de las oleadas más violentas en los últimos tiempos: más de 20 militares y policías asesinados, decenas de heridos, y una serie de atentados terroristas que han dejado a la nación sumida en la indignación y el luto.
La gravedad de la crisis no admite paños de agua tibia. Los recientes atentados en el Guaviare, Antioquia, Córdoba, Sucre y Bolívar, entre otros departamentos, evidencian el empoderamiento del narcoterrorismo, que parece actuar con una impunidad nunca antes vista. Cada emboscada, cada ataque, es una afrenta directa a la institucionalidad y una señal alarmante de que la violencia retoma el control en vastas zonas del país.
El más sangriento de estos episodios ocurrió en El Retorno, Guaviare, donde 10 soldados del Ejército Nacional fueron emboscados y asesinados vilmente por las disidencias de las FARC, mientras otros fueron secuestrados. Entre las víctimas, experimentados soldados que habían prestado con gran sacrificio y entregaron sus vidas al servicio de la patria. En Antioquia, un atentado en Tarazá cobró la vida de dos policías, mientras que, en Bolívar, en el municipio de Santa Rosa del Sur, otros tres miembros de la Policía fueron brutalmente asesinados. En Sucre, aunque no se registraron asesinatos recientes de policías en Sincelejo, sí se han presentado hechos violentos contra la Fuerza Pública en municipios como San Marcos, Majagual y Galeras.
A ello se suman ataques recientes en el Cauca y en el Catatumbo, donde patrullas del Ejército y la Policía han sido blanco de minas antipersona, ataques con drones y emboscadas. Los informes de inteligencia alertan que grupos como el ELN y las disidencias de las FARC han incrementado su capacidad de fuego y su control territorial, favorecidos por la falta de acción gubernamental efectiva.
Estos no son hechos aislados. Son la consecuencia de una política de seguridad laxa, de un discurso ambiguo que parece más destinado a congraciarse con los grupos ilegales que a proteger a los ciudadanos de bien. Como miembro de la Reserva del Ejército Nacional de Colombia, elevo esta crítica con profundo dolor de patria, exigiendo respeto y acción inmediata. Es una obligación moral y patriótica denunciar la indiferencia y la negligencia.
¿Acaso no le duelen los muertos, ministro MG. (V) Pedro Sánchez Suarez? Usted, que con su pasado militar debería comprender mejor que nadie el valor de cada vida uniformada, guarda un silencio que duele y desconcierta. El país espera de usted liderazgo y compromiso real, no declaraciones tibias ni promesas vacías.
La gestión presidencial, por su parte, está marcada por la indiferencia. No hay visitas a los familiares de los caídos, no hay comunicados urgentes, no hay un plan de acción contundente. Solo palabras sueltas, promesas de procesos de paz que no son sino treguas encubiertas para los grupos narcoterroristas. Petro parece gobernar para las guerrillas, no para los ciudadanos.
El dolor de patria es profundo y real. Cada soldado asesinado, cada policía caído, es una herida abierta en el corazón de Colombia. Y mientras tanto, el jefe de Estado duerme o se encuentra en un estado aun no determinado, ajeno a la tragedia, refugiado en su narrativa de paz total que se desmorona ante la realidad sangrienta. La paz no se construye sobre los cuerpos de quienes juraron defendernos; se construye con justicia, seguridad y verdad.
Hoy los colombianos exigimos acción, justicia y respeto por nuestras Fuerzas Armadas. No podemos permitir que se normalice la muerte de quienes nos protegen. No podemos aceptar un presidente que parece más cómplice del narcoterrorismo que líder de sus fuerzas armadas. La historia juzgará con severidad la indiferencia de quienes, teniendo el poder de actuar, eligieron el silencio.
Colombia está de luto, pero también está despierta. Y aunque su presidente duerma, el pueblo sabrá recordar y exigir. Porque la sangre de nuestros héroes clama por memoria, dignidad y acción. No descansaremos hasta que la verdad y el honor de nuestras Fuerzas Armadas prevalezcan.
Los veteranos y reservas de Colombia lamentamos los hechos donde han sido asesinados Militares y policías, presentamos un sincero y sentido saludo de condolencias a sus familias y nos solidarizamos con nuestras fuerzas armadas, pero también exigimos al Presidente y a su ministro de defensa, mayor acción y contundencia con los culpables. Los que un día juramos Lealtad a la bandera levantamos nuestra voz de protesta en señal de rechazo al silencio e inacción del mandatario colombiano.