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Carece de educación y cultura constitucional “el primer equistero de la nación”. Por: Ex Magistrada María Patricia Ariza Velasco

Se puede refutar a los pensadores del pasado. Claro que se puede y por eso Sócrates el filósofo de la antigua Grecia, prefirió no escribir, para no permitir que su pensamiento fuera objeto pasivo de ataques. Curiosa postura. Por eso es posible refutar a Marx, quien afirmó que “la religión es el opio de los pueblos”, lo cual es solo admisible parcialmente, cuando el nivel de fanatismo de algunos es tan radical, que no permite pensar, mucho menos asumir conductas críticas, permitiendo que sean utilizados para acciones extremas, pasto del terrorismo y que históricamente, además, han sido tierra fértil para guerras desde las auroras de la humanidad, dirigidos por personajes ávidos de poder y sangre.

Pero más que la religión, lo cual es debatible desde varios puntos de vista, es la ignorancia el factor que subyace como determinante o detonante de los comportamientos agresivos de personas que se convierten en instrumentos útiles en confrontaciones ideológicas, que de allí pasan fácilmente a las físicas y sobre todo abonan el terreno para que quien ostenta el poder los pueda manipular a su antojo y para beneficio personal, nunca en favor del interés común. En uno de mis primeros artículos para Costa Noticias, escribí que estábamos llenos de doctos ignorantes, esas personas analfabetas funcionales que se hacen daño a sí mismos, a sus familias, pero al final el peor menoscabo es al entramado social. Así que la ignorancia no es solo predicable de quienes no saben leer ni escribir, más grave cuando ha echado raíces en personas que supuestamente son conocedoras de alguna disciplina académica.

Con ocasión de los sucesos propiciados por el primer “equistero” (ya no twittero) de la nación, quien gobierna desde red social “X”, desconociendo los mínimos rituales propios del Derecho Administrativo, pero lo peor,  al hacer caso omiso a los principios, valores y normas constitucionales, a los cuales ha estado y está obligado desde siempre por el  mandato expreso del artículo 6 de la Constitución Política de Colombia, ocurren situaciones desastrosas en contra de la institucionalidad, pese a que apela al discurso propio de culebrero de pueblo ignoto, para desorientar aún más.  Jamás se puede esperar que la humildad sea su compañera dialéctica y por el contrario acude a una serie de argumentos demostrables por las evidencias que él mismo deja a través de sus mensajes escritos, que lo ubican en el teatro del absurdo o ¿mejor del cinismo?, arrastrando a sus seguidores poco o nada interesados en el conocimiento y sobre todo en la verdad, aun cuando sea un ápice de esta.

¿Pero cómo logra convencer a algunos todavía? La razón se funda en la carencia de educación y cultura constitucional, que  el mismo equistero lo  demuestra en carne propia, prueba que lo acompaña un mar de conocimientos con un milímetro de profundidad, no solo en esta área, en muchas, entre ellas en economía, disciplina que  de la cual ostenta el título profesional, ofreciendo discursos nacionales e internacionales, que como dice el argot popular “producen pena ajena”, porque se convierten en verdaderos osos, motivo de burlas del periodismo internacional, sin tener en cuenta al nacional, pues siempre saltan los bodegueros a señalarlos como “uribistas”, mentirosos, parte del proceso del “golpe blando”,  calificativos no atribuibles a los extranjeros.

Volviendo al tema de la Constitución, el señor con todo el descaro desconoce abiertamente la Carta Política de 1991, generando desunión en el país, sembrando odios, destrozando la poca paz que hay en todo el territorio, a través de los mensajes equisteros, mostrando esa arrogancia propia del que pretende hacer creer que todo está bien por su parte,  que jamás se equivoca, patología psiquiátrica,  con una capacidad histriónica que si se le debe reconocer y si existiera el Premio Oscar para los comportamientos fuera de las cintas cinematográficas, sin duda sería el ganador sobrado y su carta de presentación sería siempre L’État, c’est moi (el Estado soy yo), atribuida al inmaduro Luis XIV de Francia, como la mayor muestra  en palabras del absolutismo. Se ha detectado que cuando mete las cuatro patas en sus señalamientos, cuando los cálculos sobrepasan a lo que planeaba, borra los mensajes, sale con el mismo argumento trasnochado “es un golpe de Estado blando” que se encuentra en ciernes por la oposición, mejor dicho, la “vistima”. Apunta de nuevo a distractores, para encontrar los aplausos de foca en personas que al igual que él, desconocen el sentido total del contenido de la Constitución, donde es clara la división de poderes del Estado, además de la existencia de los órganos de control, frente a los cuales no puede entrar en rebelión, porque al hacerlo como está sucediendo, así como sembrar en sus ignorantes seguidores estas ideas con sus palabras y hechos, está subvirtiendo el orden constitucional. Que mal ejemplo!!!. Si él fuera senador, el país literalmente estaría ardiendo en llamas, si apelara a este mecanismo el presidente de turno.

Pretendió el inquilino de la Casa de Nariño doblegar a la Corte Suprema de Justicia a través de la presencia belicosa de una serie de personas, previamente convocadas por él. En estas circunstancias, las autoridades policivas y las penales, deben verificar quienes pretendían ingresar al edificio que aglutina las Altas Cortes y una vez identificadas, cruzar la información con el listado de las personas que reciben subsidios para no delinquir. Se replican las conductas originadas en la vecina Venezuela, que muchos advirtieron sucederían y unos cuanto no lo creyeron.  Tenemos en la práctica “colectivos”, que como ocurrió con el país vecino están integrados por delincuentes, que en el caso venezolano fueron liberados de las cárceles, para beneficio del régimen, además de tomar dimensión internacional generando desasosiego en los países del cono sur de América.

Produjo nauseas en quienes no somos coprófagos ver ondear banderas del M19 el 8 de febrero frente al Palacio de Justicia, lo que rememoró los hechos horripilantes de la historia colombiana datados en 1985, pues allí asesinaron a magistrados de la Corte Suprema de Justicia y otra serie de personas que laboraban o cumplían tareas propias de la profesión en ese edificio que debió ser demolido por los estragos del incendio planeado y provocado, no producto del “cambio climático”. Genera vergüenza, que estos hechos por la magia de la aldea global sean de conocimiento en todo el contexto de las naciones, pero los sesgos ideológicos frente a los hechos de hace cuarenta años gracias a la narrativa de una ideología caduca, se centran solo en las actuaciones del Estado y embolatan la realidad de quienes, por cuanto dinero, por orden de quien, se tomaron a sangre y fuego literalmente el edificio de las Cortes. Ante la soberana deyección, resulta inaudito que ahora pretenda al equistero mayor, indicar que fueron situaciones fabricadas por periodistas al servicio de oposición. Pero es peor, cuando personas con algunas competencias académicas, ciegos y sordos funcionales hagan eco de tremendos errores. Escuchar a supuestos integrantes de un sindicato de educadores opinando al mejor estilo de la ignorancia, demostrando el desconocimiento básico de la Constitución, es una razón para imponer la refrendación de sus conocimientos y competencias no solo en la materia referida, en todo, porque la ignorancia genera violencia y son los sembradores de ella.

Finalmente, se llega a la conclusión que, en la educación media, no están enseñando la Constitución, al menos sus principios básicos, para generar una verdadera conciencia, donde se informe que todos los colombianos, residentes y transeúntes por el territorio nacional sin excepción, están sometidos al orden constitucional y por tanto fuera de contexto la mal llamada “paz total”.

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