Se metió diciembre, el último mes de un año marcado por muchas turbulencias en lo político y económico.
En lo político, el balance es bastante decepcionante. Después de tantos escándalos de corrupción en la clase política del país, se pensó que los colombianos saldrían el pasado 13 de marzo a votar masivamente para renovar el Congreso de la República. Cosa que no sucedió. De casi 39 millones de colombianos habilitados para votar solo fueron a las urnas el 48% y terminaron eligiendo a los mismos y otros que han brillado más por los escándalos y desconocimiento de las leyes, que por sus iniciativas legislativas. Al congreso de la República, literalmente lo convirtieron en un mercado persa donde se negocian puestos burocráticos, presupuestos regionales y se brindan shows mediáticos con animales, actos de brujería y ollas de sancocho, como la que llevaron esta semana a la moción de sensura de la ministra de Mina,. Como decía mi abuelo. “Eso es lo que da la tierrita”.
También tuvimos en este 2022, la transición de un gobierno de derecha a uno de izquierda que, durante sus primeros cuatro meses ha sido criticado por la falta de sustento técnico y económico, en sus polémicas propuestas de reformas estructurales en los sectores de la salud, minero energético, ambiental, laboral, rural, pensional y electoral. Las buenas intenciones las convirtieron en incertidumbres y desesperanza. La gente anda angustiada y comentando en la calle que en el gobierno hay soberbia y petulancia; que el presidente es lejano y distante; que no hay equipo; que cada quien va por su lado y que no hay quien los coordine desde Palacio. Para rematar, los miembros del Pacto Histórico, están molestos con el Presidente, porque a los partidos Conservador, Liberal y al de la U, les dieron más entidades y burocracia que a ellos. Claramente, aquí hay un problema de gerencia del gobierno. Y la gerencia del gobierno está en la Casa de Nariño, no en los ministerios. Al presidente Petro, le está haciendo falta un armador (otro Ocampo), que desde Palacio, le mantenga ordenado los jugadores.
En lo que respecta a la economía, el 2022, ha sido como una montaña rusa. La trepada del dólar y de la inflación, han disparado las tasas de interés, el costo de vida y la pobreza. Nadie quisiera estar en los zapatos del juicioso ministro Ocampo, pues, las decisiones que le ha tocado tomar son impopulares y dolorosas, pero necesarias para poder resolver el grave problema de déficit fiscal que tenemos por culpa del derroche de dineros públicos y la maldita corrupción. Por otra parte, le toca garantizar los recursos del plan de inversión del gobierno para el año entrante, atender varias emergencias por la ola invernal y girar los recursos del ingreso solidario de muchas personas que no tienen una oportunidad de un puesto de trabajo digno que les permita solventar las necesidades básicas de su familia.
Claramente, todas estas turbulencias en la política y economía del país, tendrá sus impactos colaterales en la calidad de vida de los colombianos en el 2023, al menos que el gobierno comience a crear confianza inversionista y seguridad jurídica, para fomentar la producción nacional.
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