Es tal vez el tema crucial, definitivo, que quedara en la historia de Colombia como ejemplo de la mediocridad de un gobierno en el manejo de su economía. El gobierno del cambio, al inicio tuvo el acierto de nombrar a un excelente profesor de economía, al exministro José Antonio Ocampo como ministro de Hacienda, y a eso se debió que los índices de crecimiento económicos se mantuvieran estables en el primer año y a que, el congreso de la republica le diera vía libre a la primera reforma tributaria de la administración Petro. A la salida del Dr Ocampo sucedió lo que todos temíamos: Petro quiso entronizar en el manejo de la macroeconomía la ideología Castro -Chavista y para ello se buscó a un mediocre profesor de contabilidad que había tenido como su secretario de hacienda en la alcaldía de Bogotá, que le obedeciera, a pie juntillos sus órdenes, y designo al señor Ricardo Bonilla, a sabiendas de que Bonilla le haría caso en todo.
El decrecimiento económico se evidencio por factores internos motivados por los permanentes conflictos políticos y las crisis surgidas en las relaciones con los otros poderes del Estado, a los problemas estructurales en la economía y a la creciente corrupción que no supo manejar un ministro pusilánime al servicio de los intereses mezquinos del ejecutivo. Todo lo contrario, el ministro Bonilla le sirvió al gobierno como “caballo de troya” para meter dentro de los principales departamentos y ministerios del pais el flagelo de la corrupción. Con el apresamiento de una de sus inmediatas colaboradoras, Sandra Ortiz se dio inicio a la purga e investigaciones de los principales cabecillas, autores y determinadores del mayor escándalo de corrupción en la historia de Colombia.
El empobrecimiento de los colombianos se acentúa en los años del 2.023 y 2.024 cuando se comprueba que la economía de Colombia crece apenas en un 1,5% a falta de un plan de reactivación; a la fecha, con indicies de crecimiento a la baja, se ha afectado la demanda y oferta de diversos sectores económicos.
En los últimos 20 años el pais ha enfrentado varios periodos de desaceleración económica, en especial esa disminución se vivió en los años 90 y principios de los 2.000. En esos años, Colombia experimento una recesión con una contracción del PIB del 4,5% en el 99. Volvimos al fenómeno de la inestabilidad política y a problemas en el sector financiero y la pérdida de confianza, esto ocurrió a finales del gobierno de Andrés Pastaran con su equivocada política de paz. En el año 2020 el país sufrió la pandemia, COVID -19, y como consecuencia una severa contracción histórica del 6,8%, la mayor en décadas. Sin embargo, en 2021, el PIB mostro una recuperación admirable con un incremento de más del 10%, atribuido en parte al buen manejo que el gobierno Duque le dio a la crisis y al efecto de rebote tras la crisis del COVID -19.
En el segundo mandato del gobierno de Santos el crecimiento tuvo un comportamiento de “trompo” entre el 4% en 2.010, y un 6,6% en 2.011, finalizando en el 4,4%. Volvió la desconfianza a los malogrados procesos de paz con los bandidos.
En los años de Álvaro Uribe (2.002 – 2.010) Colombia experimento un crecimiento económico sostenido que se mantuvo por encima al 8%, se consolido la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión de nuestra sociedad. Fueron otros tiempos amigos, a los que debemos regresar para bien de los colombianos.