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“Matarife”, el nuevo escándalo de María Valencia. Por: Eduardo Mackenzie

¿A quién se le puede ocurrir que “Matarife”, un objeto audiovisual controvertido y sancionado por la justicia, puede hacer parte de la “memoria” colombiana? A nadie, salvo a la directora petrista del Centro Nacional de Memoria Histórica.  María Valencia Gaitán, arquitecta de profesión, en efecto, considera que “Matarife” es un “documento de referencia” y que por eso debe ser promocionado y divulgado. Su primer paso será obligar a los empleados del CNMH a que vean ese esperpento en una “sesión privada”. El segundo paso no ha sido anunciado, pero las malas lenguas del Centro dicen que podría ser una desafiante proyección abierta al público, con un mitin de explicación como regalo de consolación.

“Matarife” es un guisote calumnioso hasta el punto de que su autor, Daniel Mendoza Leal, recibió en 2022 una orden de la Corte Constitucional para que rectifique una buena parte de ese detestable audiovisual. En sentencia de 172 páginas, del 1 de julio de 2022, la CC estipuló que ese video vulnera la honra y el buen nombre del expresidente Álvaro Uribe quien había interpuesto un recurso de tutela en junio de 2020. La CC declaró que Mendoza no había podido probar lo que afirma en su video.

La Corte Constitucional detalló aún más los delitos cometidos por Daniel Mendoza: dijo que sus dichos “(i) son abiertamente falaces y difamatorias, (ii) constituyen discursos de odio que incitan a la violencia y (iii) dada su reiterada y sistemática publicación y divulgación en internet y redes sociales, configuran un escenario de ciberacoso y hostigamiento.”

Sin embargo, la señora Valencia parece darle muy poca importancia a lo decidido por la Corte Constitucional y se muestra decidida a explotar el nombre del Centro Nacional de Memoria Histórica para ignorar esa sentencia y rehabilitar el bodrio difamatorio. Obviamente, su insistencia en hacer eso podría terminar, para ella, en un litigio judicial. El congresista Hernán Cadavid ha pedido la intervención de la Procuraduría Nacional contra esa operación difamatoria que compromete no solo a la directora sino al buen nombre del CNMH. Según Hernán Cadavid ese video no tiene nada que ver con la historia ni con la memoria del país. Darío Acevedo Carmona, ex director del CNMH hasta la llegada al gobierno del eminente Gustavo Petro, también protestó. Él estima que “Matarife” es un libelo de propaganda que “no tiene que ver con la verdad histórica” de Colombia.

María Valencia intenta calmar a sus detractores diciendo que ella quiere “analizar todas las memorias, todas sin discriminación alguna”. Empero, no ha explicado cómo “Matarife” puede ser elevado a la categoría de “memoria”. Motivado por el odio frenético de Mendoza contra el expresidente Uribe ese filme inventa un personaje inexistente. Los disparates de “Matarife” escandalizaron a Colombia. El afirma, por ejemplo, que el expresidente Uribe “es el más despiadado genocida de Latinoamérica”, que Uribe “lleva más de 30 años ejecutando múltiples crímenes y graves violaciones de derechos humanos” y que fue el “determinador de la muerte” de personalidades como el ex ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, del ex director del diario El Espectador Guillermo Cano y del cómico Jaime Garzón, aunque la justicia colombiana e internacional no hayan reprochado a Álvaro Uribe tales crímenes, ni reaccionado judicialmente al respecto. Al verse perdido, Mendoza admitió que su filme era una “expresión artística”.

¿Puede ese torchón, que no aspira a probar nada sino a liberar los más bajos instintos, y que pasa por encima de la realidad judicial del país, ser catalogado como “documento de memoria” histórica? ¿Ser la nieta del asesinado político liberal Jorge Eliécer Gaitán le da derecho a María Valencia Gaitán a comprometerse en el relanzamiento de esa infame persecución política contra un expresidente de Colombia?

Sin duda, no, a las dos preguntas. El giro desastroso que está tomando el nuevo CNMH y el silencio que guardan los historiadores y los enseñantes de la llamada “memoria histórica” colombiana, muestra a qué grado de decadencia ha llegado la historiografía colombiana, no tanto por sus producciones (más bien escasas si no inexistentes) sino por su indiferencia ante los ataques irracionales que sufre esa noble actividad de parte del nuevo CNMH

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