Nuevo delirio de Gustavo Petro contra Colombia y la civilización. El exguerrillero y presidente de turno, convertido de la noche a la mañana en insigne arquitecto, ha hecho saber a un auditorio asombrado y silencioso que él quiere demoler la Casa de Nariño.
En uno de sus tristes berrinches, con los que trata de mantener la tensión y la furia en el país, el presidente la emprendió esta vez contra el palacio presidencial. Parece que Petro no se siente bien dentro de esos muros venerables. Afirma que en ese palacio, construido hace “apenas 50 años” –118 años en realidad–, hay gente misteriosa que recorre y se oculta “en la penumbra gris” para “hacer quién sabe qué”.
Hundiendo la cabeza entre sus hombros, y con su cachucha azul de timonel fluvial, Petro resumió así el porqué de su secreto malestar (la lógica y el errado uso del pronombre “se” es de su eminencia): “Este palacio quiere aparentar que la oligarquía colombiana es aristocrática y por eso se hace con este estilo. Se hizo apenas 50 años. Es una mala idea arquitectónica porque trata de reproducir la aristocracia francesa a finales del siglo XX en Colombia que es una república democrática. Por mí lo tumbaba y ya verán cómo salen los titulares [de la prensa] y hacemos una cosa que sea democrática y popular con los patios abiertos y donde la gente fluya y donde puedan ver a los funcionarios sin que se oculten en esta penumbra gris haciendo quién sabe qué”.
Lo que Petro dice con su acostumbrada rusticidad no es una amenaza, es un anuncio. El hombre militó en la banda terrorista que en 1985 asesinó a 32 magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado (1), e incendió el Palacio de Justicia de Bogotá. Ahora él avisa que le gustaría “tumbar” la Casa de Nariño y que ya tiene en mente un nuevo edificio “democrático y popular”.
Antes de que un nuevo incendio o unos buldóceres echen a tierra ese ilustre edificio, recordemos algunas verdades: no fue construido hace 50 años. Fue diseñado en 1906 por dos arquitectos: el francés Gaston Eugène Lelarge y el colombiano Julián Lombana, sobre el lugar donde había nacido en 1765 don Antonio Nariño, precursor de la independencia de Colombia y traductor al español de la Declaración de los Derechos del Hombre. El palacio fue inaugurado el 20 de julio de 1908 por el presidente Rafael Reyes.
Gustavo Petro debería tratar con más respeto a Gaston Lelarge. Bogotá le debe a él, fuera del Palacio de Nariño, otros bellos e importantes edificios públicos como el Capitolio Nacional en la Plaza de Bolívar, el Palacio Liévano, sede de la alcaldía mayor, el Palacio de San Francisco, antiguo edificio de la Gobernación de Cundinamarca, y el Palacio Echeverri, edificado en terrenos del antiguo convento de Santa Clara. Lelarge instaló allí vitrales de G.P. Dragant de Burdeos. Hoy es la sede del ministerio de Cultura.
Eugène Lelarge era arquitecto y escritor. Nació cerca de París, en Bouray-sur-Juine (Essonne), el 12 de octubre de 1861. Llegó a Colombia en 1890. Fue también arquitecto-jefe del ministerio de Obras Públicas de Colombia, de 1911 a 1919. Falleció en Cartagena de Indias en 1934.
La Casa de Nariño y el Capitolio Nacional no hacen parte de la arquitectura “aristocrática”, como cree Petro. Es una arquitectura neoclásica típicamente republicana con elementos greco-romanos (columnas, frontones, pórticos, proporciones armoniosas) y con esculturas y vitrales de la Belle Epoque. Es una arquitectura que tuvo gran éxito en Occidente, sobre todo en Francia, Italia, Reino Unido y Norteamérica. ¿Colombia tenía que quedarse al margen de la arquitectura neoclásica?
¿La bronca de Petro contra el Palacio de Nariño va más allá de eso? ¿Las otras obras de Gaston Eugène Lelarge en Bogotá también están amenazadas? ¿Por qué a Petro le parecen de corte “aristocrático”?
La parcela y la casa donde ahora viven los presidentes de Colombia, y que Gustavo Petro describe como “gris” y no democrática, fueron adquiridas en 1754 por el padre del Precursor, don Vicente Nariño. Fue restaurada, por fortuna, en 1979, durante el gobierno de Julio Cesar Turbay Ayala. En su jardín se encuentra el Observatorio Astronómico Nacional de Colombia, fundado por José Celestino Mutis en 1803.
¿Por qué Petro detesta esos lugares tan cargados de historia patria? Hipótesis: Porque hay un viejo, aunque poco conocido, rencor irracional y anti-civilización en la extrema izquierda, y la colombiana no es la excepción, que toma a veces formas anti-arquitectura y anti-edificios públicos.
¿No pidieron en 2020 algunos de ellos, por ejemplo, expulsar de Bogotá las sedes de los ministerios con el pretexto de “buscar descentralizar el funcionamiento del Estado”? Otros exigen que el ministerio de transporte esté cerca de los puertos. ¿En Buenaventura? Que el ministerio de Agricultura esté “cerca del campo”. ¿En Caquetá? Que el ministerio del Comercio Exterior esté cerca “de donde se desarrollan esas operaciones”. ¿En Nueva York?
Lo peor es la obsesión por la demolición para “democratizar” las ciudades o reutilizar los ladrillos. En eso los bolcheviques fueron peores que Atila. La catedral de Cristo Salvador de Moscú fue dinamitada en 1931 por orden de Stalin. Cientos de iglesias fueron arrasadas o abandonadas por esa dictadura. La catedral de la Dormición de la Virgen, de estilo barroco, construida en Moscú entre 1696 y 1699, fue derribada pues la dictadura decidió ampliar una calle. Era la iglesia favorita de Fiodor Dostoievski.
Alto ahí don Gustavo. La Casa de Nariño y sus jardines y todo el centro histórico de Bogotá son patrimonio nacional colombiano y son más “democráticos y populares” de lo que usted cree. Si no puede dormir tranquilo en la Casa de Nariño es mejor que busque otro domicilio, en sentido figurado y no figurado.
(1).- Dato del Diario Oficial, Bogotá, 17 de junio de 1986.