
Lo siento, pero el artículo de Juan Manuel Flórez Arias, publicado en El Colombiano, este 25 de junio, sobre “la historia de la OEA”, donde aparece un ataque en regla contra Luis Almagro y un elogio inmerecido a su antecesor chavista, Miguel Insulza, está lleno de errores de hecho y de interpretación que merecen una réplica. Ese texto (1), además, trata de poner en tela de juicio la legitimidad de la OEA (¿para qué volvamos a Unasur?).
El presidente conservador Mariano Ospina Pérez se opuso a que la IX Conferencia Panamericana fuera trasladada a Buenos Aires en vista de los desmanes, como propuso la delegación argentina. Los peronistas estaban dispuestos a sabotear la IX Conferencia, en caso de que fracasara la violencia desatada. Decenas de activistas comunistas habían llegado a Bogotá semanas atrás, entre esos Fidel Castro, para impedir que la conferencia fuera instalada y llegara a conclusiones. Stalin veía como una amenaza la labor internacional del secretario de Estado norteamericano General Georges Marshall —quien estaba en Bogotá en la Conferencia—, destinada a ofrecer a Europa la ayuda americana para reconstruir la economía de los países devastados por la guerra contra Hitler. Curiosa la manera del señor Flórez de evocar la “historia” del Bogotazo.
Errores sobre el papel de Washington. El señor Flórez afirma que la violencia del 9 de abril de 1948 fue impulsada para “hacer más fácil para Estados Unidos la aprobación de la resolución”. Falso. Estados Unidos necesitaba tranquilidad, no disturbios, para sacar adelante la Carta de la OEA. La lógica del argumento del señor Flórez es fantástica. Estados Unidos no quería sabotear la IX Conferencia Panamericana, ni poner en peligro la vida de su secretario de Estado. No quería destruir la posibilidad de dotar a la OEA de una carta que le permitiría al continente luchar contra las incursiones armadas ya muy visibles de los soviéticos desde el comienzo de la Guerra Fría.Flores dice que la OEA “fue desde el principio testigo de los conflictos que marcarían el resto del siglo. En adelante, cada vez más, sería menos un espectador y más un actor en estas disputas.” Error. La OEA nunca fue un “espectador”, fue un actor importante de la solución de los conflictos pre y post comunistas del continente. Solo hasta 1910, veinte años después de la primera conferencia internacional americana, el panamericanismo había resuelto 228 casos de arbitraje (límites, refugiados, minorías foráneas, aduanas, etc.) entre los países miembros. Y esa labor constructiva continuó.
El periodista Juan Manuel Flórez Arias intenta mostrar a la OEA y al panamericanismo como “instrumentos” del gobierno americano, del “imperialismo americano”, en la jerga estalinista. Muestra a la OEA como “validador de la voluntad estadounidense.” Falso. El sentimiento panamericano existió desde los tiempos del Libertador Simón Bolívar. Y existió en el continente, no solo en Washington, antes y después de la Guerra Fría.
El autor no entiende eso, ignora que el panamericanismo no es un “instrumento” de nadie, sino que es una doctrina que hace parte del acervo jurídico e histórico del continente. Flórez no utiliza ese concepto ni una sola vez, a pesar de que su artículo pretende hablar de la “historia” de la OEA. Es como hacer un artículo sobre el Vaticano sin mencionar la religión católica. Asombroso.
Esa cláusula es la que los castro–chavistas quieren hoy borrar de la conciencia continental: en caso de agresión de la Venezuela madurista a Colombia ese compromiso obliga a todos los Estados del continente, incluyendo a Estados Unidos, a intervenir militarmente en defensa de Colombia. Con artículos como el que glosamos aquí la izquierda marxista trata de sembrar la amnesia sobre puntos decisivos para la defensa de Colombia y del continente.
“La OEA surge en la Guerra Fría y queda atrapada en la dinámica de esa situación internacional como un instrumento para combatir el comunismo”, dice Flórez. ¿Por qué dice que la OEA quedó “atrapada”? ¿Acaso el comunismo, contra el que luchó la OEA, era una vía de liberación del continente? ¿Flórez nos quiere hacer creer que Washington malogró un destino soviético, luminoso y envidiable que el continente merecía, y que la OEA, por estar “atrapada” por Estados Unidos, impidió?
No es de extrañar que en el texto del señor Flórez no aparezcan, ni una sola vez, palabras como Rusia, URSS, Fidel Castro, actores principalísimos del tema del Bogotazo y del tema OEA.
Para validar su enfoque, el señor Flórez cita frases de historiadores, profesores e investigadores como Juan Sebastián Salgado, Andrés Valdivieso, Sonia Alde Mejías, Alicia Puyana y Patricio Navia. No conozco la producción de esas personas, pero me pregunto si ellos comparten el cuestionable enfoque de Flórez.
El lenguaje y los objetivos de Flores recuerdan la retórica habitual de la prensa castrista. Ella busca desacreditar momentos claves de la lucha por la democracia en el continente, como la caída de Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954 y se le olvida mencionar el asesinado del presidente Castillo Armas en 1957 y la ruptura de relaciones de Guatemala con Cuba. Trata de satanizar el intento de desembarco en Cuba de 1 400 exiliados anticastristas en 1961 (¿si hubieran ganado ellos Cuba no estará mejor?). Pretende deformar el envío de tropas americanas para derrotar el golpe que trataba de hacer el coronel Cammaño Deñó en República Dominicana en 1965, ante lo cual la OEA aprobó el envío de una fuerza interamericana de paz la cual logró que las partes aceptaran un gobierno provisional sin los castristas Juan Bosch y Cammaño Deñó.
El alcance de tal acusación es inmenso: ese ha sido el eterno argumento de La Habana para justificar el entrenamiento y financiamiento de terroristas en Cuba y su envío para que vayan a matar colombianos y vayan a socavar las instituciones democráticas, como lo vemos con el diabólico pacto Farc/Santos de La Habana. Como se ve, los alcances de ese artículo, aparentemente inocuo y “académico”, son políticos y visibles si el lector, claro está, se digna leer esos malabarismos con atención.