Arrasar con la institucionalidad, acabar con el orden jurídico, iniciando por el Derecho Penal, son las abiertas y descaradas manifestaciones del inquilino actual de la Casa de Nariño. Ha iniciado con propuestas para ir desarticulando el Código Penal vigente, después del trasegar por leyes en la materia desde el inicio de la República, hasta el día de hoy, con un estatuto robusto con el cual se ha intentado solucionar los grandes problemas que han azotado a Colombia. Así, hemos llegado al paroxismo del populismo punitivo, expandiendo las áreas de compromiso en términos de delitos y penas, donde no pocas veces fue resultado del interés de congresistas o aspirantes al Congreso de la República, tema que ha sido objeto de álgidos debates por conocedores reales de la materia, especialmente en la academia.
Pero veamos, expliquemos a aquellos que no han tenido la ventura de estudiar la disciplina del Derecho, qué es lo que ha dejado vislumbrar Petro, reafirmando su origen irregular frente a la institucionalidad, o el orden jurídico, o hablando en castellano sencillo, que estuvo al margen de la ley y de la Constitución y esa condición al final es su impronta. El anarquismo fue y sigue siendo su derrotero de vida en la civilidad, hace parte de su médula o como diría alguna anciana mayor que la suscrita “hasta los tuétanos”, con el ítem gravísimo de haber logrado el poder que lo ha llevado al paroxismo de su egolatría.
Las primeras estocadas arremetidas para desangrar el Código Penal, son en lo atinente al terrorismo y el concierto para delinquir. En principio para favorecer a los mal recordados integrantes de la “primera línea” que tanto desastre causaron especialmente en Bogotá, físico lumpen que atentó contra la tranquilidad de la sociedad, la vida de policías, bienes públicos y privados, pero como siempre, es un tanteo solapado; después vendrá para toda clase de concierto para delinquir. Hacen aparentemente pasito y después como en todo experimento de esta naturaleza, se aplicará a la generalidad. Obvio, el señor, no podemos olvidar, hizo parte de un “parche” de terroristas que causaron daño irreparable a Colombia, que incendiaron el Palacio de Justicia, colocaron bombas, extorsionaron, asesinaron, secuestraron, sometiendo al terror a los ciudadanos sin misericordia, porque necesariamente debían carecer de esta virtud. Todo ello implicaba de paso el acuerdo entre sus integrantes, la voluntad de llevar a cabo las conductas atentatorias contra varios intereses jurídicos, esa asociación, frente a la cual también han emergido sujetos especializados al margen de la ley, no solo los llamados “subversivos”, también la delincuencia o hampa común, la de cuello blanco, todos cada vez más competitivos para cumplir tareas. El cuentico de Robin Hood hace ratos se entendió que no les aplicaba a ninguna guerrilla, tampoco a la primera línea que no se conformó por santos e impolutos varones, ni a clanes, ni paras, ni ningún delincuente. ¿No será acaso, el intento de borrar algo dentro de su prontuario moral?
Lo anterior de una inconmensurable gravedad, pues gracias a los acuerdos encaminados a delinquir, aparecen los carteles del narcotráfico, de trata y tráfico de personas, del turismo sexual y turismo de drogas, el cartel de la infancia de niños abusados, los carteles de hurto y reventa de celulares, de asaltantes de camiones o piratas terrestres, el cartel de los contratos estatales, los carteles que operan desde las cárceles para estafar incautos, en fin, para carteles tenemos mucho para mostrar y nos llenemos de más ignominia, sacándolos a la calle. Pues bien, desaparecer esa figura, significa dar gabela a la delincuencia especializada, tal como va a suceder sin ninguna duda.
Pero, así como gracias a las leyes penales se sancionan los pícaros cuando jueces y fiscales operan rápidamente, también se desarrolla sobre una serie de principios, entre ellos el de favorabilidad, que implica que cuando, por ejemplo, desaparece del ordenamiento jurídico un delito, pues favorece a aquellos que ya han delinquido, incluso a los que han sido sentenciados o condenados.
Sin posar de suspicacia, solo aplicando las reglas mínimas de la lógica, van tomando forma los acuerdos y pactos de la Cárcel de la Picota de la pasada y no pulcra campaña para la presidencia de la república, encaminados a otorgar patente de corso a delincuentes condenados o procesados. Si, los mismos en donde el hermano del inquilino de la casa presidencial, jugo un papel vital y al parecer, presuntamente, vuelve a tener protagonismo en otros nuevos acuerdos para sacar a narcos de las cárceles colombianas. El sencillo rompecabezas de las irregularidades en contra de los colombianos de bien, encaja ante la vista de todos.
Acabar con el delito de terrorismo y el concierto para delinquir, es solventar el camino de organizaciones como el ELN o quienes continúan delinquiendo bajo la sombra de las FARC, los clanes y mafias, mejor dicho, se convierten en pelados de la calle jugando a la guerra y ser matones.
Manifiesta el personaje que asumió el poder estatal desde agosto del año pasado, su genial política de prevención criminal: “Si logramos que una serie de actividades de la sociedad colombiana que hoy se consideran crimen, no se consideren crimen más adelante, pues habrá por definición menos crimen en Colombia”. Una tautología completa, pero ofensiva a lo máximo, porque parte de una premisa falsa y es considerar que toda la sociedad colombiana es criminal (Eres que dices!). La verborrea da para todo, sobre todo para distorsionar la vedad y engañar a los incautos. Ahora, se entiende el sentido de uno de los proyectos de ley del muy tieso y muy majo ministrico de justicia. Iniciando como se anotó antes, con los de la “primera línea”, candidatos a “gestores de paz”, pero además intentando la forma de que evadan la justicia. Impunidad, eso se llama impunidad y para nada ayuda a la cacareada paz. Ahora puede entenderse porque no quiere que se explote más petróleo, sencillo: sin petróleo no hay gasolina, sin gasolina no se pueden manejar el 95% de los automóviles y el 100% de las motocicletas, sin automóviles ni motocicletas no hay accidentes de tránsito y sin accidentes de tránsito no hay muertos ni lesionados, otra solución genial para la política de prevención criminal. ¿O no?
Otra mayúscula idiotez es pretender que muchos delincuentes salgan a trabajar y regresen en las noches al sitio de reclusión, práctica en los países escandinavos, para gentes con avanzado sentido del deber y compromiso social. Acá no, acá no hay formación para ello, a partir de esa conciencia de hacerle la trampa a la ley y por otro lado enriquecerse rapidito sin mayor esfuerzo, con la ventaja de no tener que pagar arriendo y salvar el desayuno y la cena.
A propósito, cuántas masacres han sucedido desde agosto 2022; cuánto se ha incrementado el índice de hurtos agravados, secuestros, desaparecimientos forzados, feminicidios, abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes, etc. ¡El conteo paso…Póngase serio Petro!