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¿Integración energética? No. Desintegración acelerada. Por: Eduardo Mackenzie

La llamada “integración energética” entre Colombia y Venezuela que anunció Gustavo Petro desde Caracas, en presencia de Nicolás Maduro, este 18 de noviembre, tras el cuarto “encuentro privado” entre ellos, es la confirmación de los conocidos planes petristas de decrecimiento: hundir la economía colombiana para reconstruir la economía de Venezuela y así salvar la dictadura de Maduro.

Esa visión extraviada y vendepatria implica sacrificar, a corto y largo plazo, los intereses de 48 millones de colombianos.

Colombia deberá, según Petro y Maduro, reducir a cero sus exploraciones y extracciones de petróleo y gas, para que Venezuela haga eso en su lugar y le venda a Colombia esas mismas materias, lo que implica un descomunal desembolso de dinero colombiano, es decir la entrega de una parte considerable del presupuesto nacional de Colombia a Venezuela.

La llamada producción de “energías limpias” de que habla Petro es una impostura. Petro se comprometió en Caracas a venderle a Venezuela “energías limpias” del norte de Colombia. Lo que significa (pero Petro lo oculta), venderle energía eléctrica producida por eólicas o paneles solares (que Colombia no ha instalado todavía) para garantizar el alumbrado eléctrico de la parte occidental de Venezuela.

¿Transportar desde Colombia energía eléctrica a 800 kms de distancia es razonable en las circunstancias actuales? ¿El costo de esa operación no es enorme? ¿Esa energía no será más cara que nunca? Una de dos: Petro hace planes alegres, sin un respaldo econométrico o develó un plan ilusorio sólo realizable dentro de unos 30 años.   Una operación de esas características quiere decir que Colombia se empobrecerá deliberadamente, para que la dictadura madurista se enriquezca y logre extender su influencia totalitaria sobre todo el continente y bajo dirección del PC chino.

El esquema de Petro sobre la sustitución inmediata o a corto plazo de las energías “fósiles” por energías “limpias” es otra ficción. Ningún país en el mundo, incluso los más desarrollados, ha substituido su sistema de energía tradicional (producida o importada: nuclear, petróleo, gas, carbón, hidráulica, geotermia) por energías nuevas. Esa energía “limpia”, las eólicas y los paneles solares, por ejemplo, ni es tan limpia como dicen y nunca ha sido más que una producción marginal respecto de las energías corrientes.

La llamada “integración de Ecopetrol con PDVSA” es otro chiste cruel. El plan consiste en poner a Ecopetrol bajo la tutela de PDVSA sin tener en cuenta que el atraso tecnológico acumulado por PDVSA por la negligencia del chavismo y el aislamiento en que Chávez y Maduro metieron a Venezuela, desde 1998, hace que tal “integración” no sea más que una desintegración aún más acelerada y despótica de Ecopetrol y del sistema energético de Colombia.

Para calmar el descontento de los transportadores colombianos que protestan por las fuertes alzas de precios de la gasolina, Petro salió con otro de sus cuentos maravillosos: Colombia importará “materias primas de Venezuela para hacer más barata la gasolina colombiana” y “materias primas para sustentar aún la transición hacia las energías limpias a través del gas”.

Lo contrario es lo más probable: que esa importación de gasolina de Venezuela aumente los precios para el consumidor colombiano. Esa gasolina será más cara pues el crudo venezolano es pesado y exige un refinamiento más dispendioso que el crudo colombiano, sin pensar que ese modelo requiere construir oleoductos especiales entre los dos países que no existen hoy.

¿Por qué Petro insiste en sacrificar la industria colombiana? Por sus compromisos secretos con la clique venezolana.

Gustavo Petro se contradice. En la Feria del Libro FilVen 2023, el presidente colombiano lanzó: “¿Cuál es, en esta crisis, el papel del progresismo latinoamericano? ¿Insistir en que la economía se basa en petróleo, carbón y gas?”. Su respuesta formal, para los medios, fue “no”. Su respuesta real, vertida en los planes revelados sobre la «integración energética» entre Colombia y Venezuela, es “sí”. Petro acepta que Venezuela relance su producción de hidrocarburos y todo el andamiaje “sucio” que ello requiere, que venda esa producción a Colombia y a otros países. “Es posible que Ecopetrol se vuelva socia de PDVSA en la explotación de campos de gas en Venezuela y de campos de petróleo”. También detalló: “asegurar [la exportación de] energía eléctrica hacia Venezuela y [la importación de] materias fósiles a Colombia”.

El realismo de Petro, lejos de sus faribolas ecologistas, es pues favorecer a Venezuela y desfavorecer a Colombia. Tal es el “papel del progresismo latinoamericano”. Y, finalmente, como telón de fondo, Petro indicó que la “integración energética” entre Colombia y Venezuela y la fusión-asociación entre Ecopetrol y PDVSA es garantizar suministros a China: “quizás pasando por Cali hacia Asia”. Nada menos.

No se trata de tres años de desastre, como algunos temen. La perspectiva de Petro-Maduro es mucho peor: conservar el poder por los medios que sean durante varias décadas.

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