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¿Ideología o intereses estratégicos nacional? Por: Rafael Nieto Loaiza

La contundente victoria de Trump, con amplios triunfos tanto en el voto popular como en el colegio electoral, con control de ambas cámaras en el Congreso, mayoría conservadora en las gobernaciones y 6 a 3 en la Corte Suprema, es decir, con un poder enorme, mayor que el de cualquier presidente norteamericano en las últimas décadas, plantea un desafío para Colombia.

Aunque las prioridades en política exterior de los EE.UU. seguirán siendo las mismas -la invasión rusa a Ucrania, el medio oriente y el conflicto palestino israelí, y China-, es previsible que Colombia tendrá más importancia que la que tuvo con Biden y los demócratas, que no miraron en América Latina sino a México y a Venezuela para intentar que Caracas no fuera un problema adicional. Desde la Casa Blanca y el Departamento de Estado evitaron de manera sistemática cualquier roce con Petro e incluso fueron condescendientes.

Cinco serán los temas alrededor de los cuales girarán las relaciones bilaterales: seguridad y narcotráfico, migración, democracia y autoritarismo, intercambio comercial e inversión extranjera, y cambio climático y protección del medio ambiente.

En su primera administración, Trump estuvo a punto de sancionar a Colombia por no cooperar suficientemente en materia de narcotráfico. Ahora la situación es mucho peor: 253.000 h de coca y 2.664 toneladas de cocaína, mucho más que nunca en la historia, y una renuncia explícita del gobierno a todas las formas de erradicación. La nueva administración en Washington exigirá, no hay duda, un compromiso real contra del narcotráfico que Petro no tiene. Perder la cooperación norteamericana, USD$410 millones el año pasado (ya poca en comparación con los USD$740 del 2023), sería sumamente grave y afectaría seriamente a la Fuerza Pública. Al mismo tiempo, es previsible que, además, Trump no apoye la “paz total” tal y como la ha planteado Petro, en particular las negociaciones similares con todos los grupos violentos, incluyendo los estrictamente mafiosos, y la impunidad total. En otra línea, con certeza habrá una supervisión cercana a la presencia de Hezbollah en nuestro territorio y tensión con el gobierno por su negativa a condenar los ataques terroristas de Hamás y por las posiciones antisemitas de Petro. Hay que recordar que Trump movió la embajada de EE.UU. a Jerusalén.

El discurso republicano y los votantes trumpistas son agudamente contrarios a la migración ilegal a la que, además, ligan con delincuencia e inseguridad. La última encuesta de IPSOS mostraban que el 85% de los republicanos apoya la deportación de los inmigrantes ilegales. Hasta hace un par de años, no nos afectaba directamente. Pero la perspectiva de que Petro ganara las elecciones disparó la emigración colombiana. Si en 2021 los connacionales arrestados por intentar entrar ilegalmente por el sur de los EE.UU fueron apenas 6.202, para el 2023 llegaron a 159.536, 25,6 veces más. Agréguese los venezolanos… Aunque la mayor presión en esta materia la recibirá México, seguramente el gobierno norteamericano exigirá que Colombia controle la frontera con Panamá y el paso por el Darién. La idea de Petro de crear una ruta “legal” entre los dos países es vista con muchísima desconfianza por los republicanos. Aún mayor rechazo genera el discurso de Petro de culpar de las migraciones al capitalismo y al cambio climático y no a la debacle económica y la represión en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Entre los trumpistas hay ahora un buen número de proteccionistas, desconfiados con los tratados de libre comercio y partidarios de aumentar aranceles. Estados Unidos ha sido y sigue siendo, de lejos, el principal socio comercial de Colombia. La propuesta de Petro de renegociar el TLC entre ambos países, que después se matizó a una “revisión”, formalmente solicitada el 01 de diciembre de 2022, ha avanzado casi nada y, contrario, a lo que dijera el gobierno, no tendrá resultados antes de la salida de Biden. Con la nueva administración gringa, mucho más dura, la “revisión” puede resultar un tiro por la culata.

En América Latina lo previsible será el endurecimiento de la posición frente al chavismo y que se le exija a Petro que deje de hacerle el juego a Maduro. Como las prioridades de Trump serán otras, para Colombia mucho dependerá de la composición del nuevo gabinete y de quienes se encargarán de los asuntos que nos importan, en particular la secretaría de Estado y el subsecretario para el Hemisferio, la consejería de Seguridad y el secretario de Homeland Security. Si, por ejemplo, el exsenador Rubio entra, se agudizará la posición contra todo lo que huela a neocomunismo en el Continente. Con mayorías republicanas en el Senado, seguramente habrá nuevo embajador en propiedad, aunque Paco Palmieri estará en su cargo al menos hasta julio o septiembre próximos.

Finalmente, el cambio climático, el eje narrativo de Petro, tendrá poca o ninguna importancia para el nuevo gobierno norteamericano. Ahí no encontrará el gobierno colombiano ningún respaldo en Washington. Por el contrario, a la Casa Blanca le incomodarán las críticas permanentes del antiguo guerrillero del M19 a los Estados Unidos y el capitalismo.

En cualquier caso, Petro debería tener mucho cuidado en no tensar la cuerda con Trump. Si se revienta, nos hará mucho daño en todos los sectores, incluyendo una economía muy maltrecha que necesita estabilidad, seguridad física y jurídica, y confianza para una inversión que cayó el 25% el año pasado. Petro puede decidir radicalizarse más y usar a Washington como el típico enemigo externo de las izquierdas latinoamericanas, con impredecibles consecuencias para él -frágil y vulnerable por su pasado, por su azaroso comportamiento personal y por todos los escándalos que le rodean-, y para todos nosotros, o entender que el bien del país está por encima de su ideología. Las relaciones internacionales de los estados no pueden manejarse por simpatías personales o afinidades políticas de quien gobierna sino buscando siempre los intereses estratégicos nacionales. La Patria por encima de la ideología.

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