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En Francia como en Colombia: un posible caso de trata de personas. Por: Eduardo Mackenzie

Mientras en Colombia el ministerio de Relaciones Exteriores no sabe qué contiene ni cómo responder a la súbita llegada de aviones turcos con pasajeros africanos, los cuales buscan, según indica la prensa bogotana, llegar a El Salvador o a Nicaragua para más tarde tratar de entrar ilegalmente a Estados Unidos, en Francia un caso similar llegó ayer a la primera página de los diarios: un avión rumano con 303 hindúes que pretenden llegar a Nicaragua, para enseguida marchar hacia la frontera de Estados Unidos, fue inmovilizado este 21 de diciembre en el aeropuerto de Vatry (Marne), donde hacía una escala técnica, pues  las autoridades sospechan que ese  vuelo encubre una operación de trata de personas, cometida por una banda criminal.

Ese delito es castigado en Francia con 20 años de prisión y 3 millones de euros de multa. La fiscalía de París abrió inmediatamente una investigación y tres otros organismos de seguridad franceses colaboran ya en esa actividad. El avión seguía inmovilizado al momento de escribir esta nota.

En cambio, en Colombia las autoridades, confrontadas a un asunto extrañamente idéntico, no quieren ver ni saber qué hay detrás de esos numerosos vuelos con africanos. En su comunicado del 21 de diciembre, el ministerio de Relaciones Exteriores no da cuenta de investigación judicial alguna y trata el asunto con una miopía increíble: como si el problema fuera que las aerolíneas no “filtran” antes del embarque a los pasajeros no provistos de los pasaportes y otros documentos necesarios para ese tipo de viaje. Y la actitud ante el transportador turco es un modelo de cobardía: “estamos conversando con ellos para que refuercen los controles”.

El comunicado del viceministro Francisco Coy es liso como una plancha: dice que ha observado que “de los pasajeros que se encuentran en espera de conexión, menos del 10% no cumplen con los requisitos del país de destino, principalmente, El Salvador” y que esas personas “son remitidas a las aerolíneas para que sean devueltas al puerto de origen”. Pero nada de eso se cumple, obviamente.

Francisco Coy no dice ni una sola vez que ese circo puede ocultar un tráfico de seres humanos. Admite que en esos vuelos han llegado niños y menores no acompañados, pero ve eso con apatía, como un olvido de las aerolíneas. Claudia Camila Vargas, periodista de Caracol Radio, describió, en cambio, tanto los estragos sanitarios que están dejando esos viajeros en el aeropuerto, como el hecho de que ellos se quedan varios días o indefinidamente por falta de papeles o de dinero. Reveló el caso de dos menores africanos que fueron abandonados en ese lugar: una niña de Guinea, de 8 o 9 años, y un niño de 13 años. “Ellos viajaban con dos adultos que habían partido a El Salvador” pero esos individuos, según una hipótesis, “los dejaron sin dinero varados en El Dorado, por lo que les tocó recurrir a la ayuda de más viajeros y deambularon días enteros sin que las autoridades se percataran”.

Caracol Radio afirmó que diariamente están llegando “alrededor de 200 africanos provenientes de Turquía con destino a El Salvador o Nicaragua”. El Tiempo detalla que los “migrantes africanos llegan a diario en tránsito a El Dorado pero terminan quedándose por no cumplir los requisitos para seguir [a Centroamérica] o en la mayoría de casos para llegar a su destino final: Estados Unidos”. Y que “Turkish Airlines está transportando a diario a 200 africanos a través del aeropuerto” de Bogotá, los cuales se dirigen “hacia Managua y El Salvador sin acreditar visa de tránsito por Colombia”. Explicó que ese fenómeno es observado desde que la legislación colombiana redujo, según El Tiempo, de 41 a 27 el número de “nacionalidades que requieren visa de tránsito aeroportuario” para entrar a Colombia, lo que benefició a Guinea entre otros países.

Por su parte, Claudia Camila Vargas se pregunta si hay una “crisis humanitaria” o un “tráfico de migrantes”.  Las dos a la vez, me parece. La periodista se inclina por la segunda categoría: “Podría tratarse de tráfico de migrantes pues situaciones como los dos niños africanos abandonados se están viendo a diario en El Dorado”, concluye.

La trata de personas es una tragedia que Colombia padece desde hace años. “Casi 400 casos de trata de personas se han registrado en Colombia entre 2020 y 2022” dice el ministerio del Interior. Pero ese ministerio y la Procuraduría sospechan que el daño humano puede ser mayor pues habría un “subregistro de información debido a que este tipo de violencia se ha normalizado en el país”. En todo caso, las autoridades saben que bandas criminales cobran entre 8.000 y 10.000 dólares a los migrantes en las aventuras por el llamado Tapón del Darién y otros senderos. La prensa señala que en 2023 casi 600.000 personas utilizaron a Colombia como vía para llegar a Centroamérica.

¿Si hay trata de personas en este asunto por qué la vicepresidente Francia Márquez, quien parece involucrada en ese episodio por sus insólitos viajes al África donde no se sabe qué promesas ha hecho a actores estatales o no gubernamentales, no pide que la Fiscalia abra una investigación por ese horrible delito? ¿Por qué la presidencia de Gustavo Petro no dirige una acción enérgica para poner fin a esa trata de personas? El silencio de la señora Márquez es atronador. En lugar de admitir que todo esto un vasto tráfico organizado de seres humanos, ella intentó culpabilizar a quienes denuncian ese crimen: los acusó de “buscar sacar réditos políticos” de tal “acontecimiento”.

Carol Salazar, de Infobae, escribía en septiembre pasado: “De acuerdo con el Ministerio Público, de la totalidad de los casos en Colombia, el 83% de las víctimas son mujeres. Esta cifra supera la media mundial, que es del 65%. Las situaciones económicas difíciles, la migración irregular y los escenarios de conflicto en entornos familiares son contextos aprovechados por los traficantes de personas, que generalmente captan niños, niñas y adolescentes.”

En el caso del avión varado en Vatry hay detalles muy parecidos a lo que ocurre en Colombia, pero la respuesta del Estado francés difiere de lo que hace Bogotá: el destino final de los 303 hindúes del vuelo rumano era o es Nicaragua. Las autoridades francesas sospechan que los pasajeros, según la revista Le Point, iban a Centroamérica para luego intentar entrar ilegalmente en Estados Unidos o Canadá. El avión había decolado de los Emiratos Árabes Unidos.

La inmovilización del Boeing de la compañía rumana Legend Airlines se produjo tras “un informe anónimo”, subrayó la Fiscalía francesa. La Junalco (Jurisdicción Nacional de Lucha contra el Crimen Organizado) investiga, con otros organismos del Estado, si se trata o no de una operación de trata de personas cometida por una banda organizada. Las autoridades están llevando a cabo interrogaciones y verificaciones sobre las condiciones y objetivos de ese vuelo.

La prensa detalla que el avión fue inmovilizado en la pista del aeropuerto de Vatry “después de su aterrizaje” ante una intervención de la brigada de gendarmería de transporte aéreo. El avión, que sigue en tierra, debía hacer una escala para adquirir combustible.  Como en el episodio colombiano, los pasajeros ocupan la zona de espera para extranjeros en la recepción del aeropuerto donde las autoridades les han instalado “camas individuales”. Pero todo intento por acceder al aeropuerto ha sido impedido.

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