Tengo certeza de que el gobierno de Petro será, en el mejor de los casos, desordenado, improvisador, ineficiente, despilfarrador, mediocre, corrupto y empobrecedor. Lo fue su alcaldía en Bogotá y es la constante de los gobiernos de izquierda en el Continente. Tienen dos problemas congénitos irresolubles: su catadura ética es despreciable y sus propuestas económicas están equivocadas de raíz y, por tanto, fracasan, siempre fracasan.
Más allá de eso, es difícil saber si el Petro que gobernará será el carnívoro, agresivo, radical, anti institucional y decididamente socialista, de sus treinta años de vida pública, o el vegetariano, dialogante, respetuoso de las instituciones y moderado, del final de la campaña y de después de las elecciones. Hay que estar preparados para ambos escenarios y advertir los pasos camino hacia la radicalización cuando ocurran.
En todo caso, si el carnívoro histórico que late en Petro quisiera aflorar, no podría hacerlo por ahora. Los factores de poder se lo impiden. Si bien la elección del nuevo Contralor será este año, el Fiscal termina su período en febrero del 2024 y la Procuradora en enero del 2025. Más importante, de los nueve magistrados de la Constitucional, uno acaba su período este año, otro en el 23 y cuatro en el 25. Nuestras Fuerzas Militares se han formado en la lucha contra las guerrillas de izquierda y los otros grupos armados vinculados al narcotráfico, han visto caer por las balas asesinas y las minas antipersonales compañeros de armas, amigos del alma, son institucionales y demócratas. Sobornarlos, como han hecho gobiernos extremistas de izquierda en otros países, es mucho más difícil. Y es verdad que Petro tiene amplia mayoría en el Congreso, en particular porque los parlamentarios conservadores, liberales y de la U son, por definición, gobiernistas, y ahora pretenden el apoyo gubernamental para sus candidatos a alcaldes y gobernadores en las elecciones de octubre del 2023. Pero no es menos cierto que esa es una mayoría condicionada. No le votarán a Petro cualquier cosa, como una constituyente, por ejemplo, o volver a la reelección presidencial, y seguramente moderarán las propuestas que vengan desde el gobierno. Y, vital, Petro sabe que la mitad de los colombianos votaron en su contra.
El punto es que hoy Petro no tiene espacio fáctico para una aventura autoritaria, para una subversión de la democracia y las instituciones desde el gobierno, como las que hicieron los izquierdistas carnívoros de Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Venezuela.
Por eso Petro y sus asesores han insistido tanto en la reforma tributaria. Necesitan dinero, mucho dinero. Por lo mismo, si bien antes instigaron los paros y bloqueos con los que hundieron la propuesta tributaria de Carrasquilla que buscaba 23,4 billones de pesos, ahora no tienen pudor para plantear una reforma que quiere 50 billones de pesos. En Colombia, recordemos, las tributarias usualmente recaudan entre 6 y 8 billones. Y la más ambiciosa, la última, para afrontar la crisis de la pandemia, recaudó 15. Es decir, la que quiere Petro es 7 veces más grande que una reforma usual y 3,5 veces mayor que la más voluminosa que nunca se haya aprobado.
Plata, plata, plata, tanta como se pueda, es la consigna. Plata para asegurar apoyos políticos. Plata para la corrupción y los apetitos burocráticos de ellos y sus aliados. Plata para influir en las elecciones regionales del próximo año. Plata para tratar de aplacar la frustración de tantos ciudadanos que tontamente lo votaron, seducidos por los cantos de sirena del demagogo, confiados en las promesas de subsidios y asistencias que no podrá cumplir. Plata para ver si consigue cambiar la ecuación política de un país dividido por mitades.
Finalmente, mucho va de gobernar con unos altísimos ingresos petroleros y una bonanza de varios años, como el chavismo, que recibió cerca de 960 mil millones de dólares entre 1999 y 2014, 56.500 millones anuales en promedio, a hacerlo con los ingresos de la economía colombiana en medio de una crisis logística global post pandemia, una posible recesión en Estados Unidos y Europa, y una altísima inflación en todo el planeta. Sin duda, no es lo mismo. Los márgenes son sustantivamente menores.
La tributaria de Petro, un desatino en circunstancias normales, en las actuales es un disparate que pueda hacerle un daño brutal a los más pobres y vulnerables.