
Durante casi cuatro décadas, simbolizó la doctrina de seguridad nacional que transformó a Estados Unidos tras el 11-S. Desde el Pentágono hasta la Casa Blanca, encarnó una visión del poder marcada por la prevención y la fuerza.
Valledupar, 4 de noviembre de 2025. El exvicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney, una de las figuras más influyentes y controvertidas de la era posterior al 11 de septiembre, murió a los 84 años, según informó su familia. “Nos sentimos bendecidos por haberlo amado y haber sido amados por este gigante noble de un hombre”, dice el comunicado divulgado por sus allegados.
Cheney fue el segundo al mando durante la administración de George W. Bush (2001-2009), periodo en el que desempeñó un papel central en las decisiones que definieron la política exterior y de seguridad de Washington. Su influencia fue decisiva tras los ataques terroristas de 2001, cuando impulsó la doctrina de guerra preventiva y los lineamientos que justificaron las invasiones de Afganistán e Irak.
Según varios analistas internacionales, fue defensor del uso extendido del poder ejecutivo y transformó la figura del vicepresidente en un centro de decisión estratégico, con acceso directo a inteligencia, defensa y operaciones encubiertas: bajo su influencia, la Casa Blanca consolidó programas de vigilancia masiva y métodos de interrogatorio ampliados que más tarde serían cuestionados por organizaciones de derechos humanos.
Antes de su llegada a la vicepresidencia, había sido secretario de Defensa durante la administración de George H. W. Bush, cargo en el que dirigió la Guerra del Golfo en 1991. Su trayectoria también incluyó etapas como jefe de gabinete de la Casa Blanca y congresista por Wyoming, donde se forjó su reputación de político pragmático, conservador y férreo defensor de la industria energética.
Medios internacionales destacan que su muerte marca el final de una generación de líderes republicanos que ejercieron el poder con un enfoque globalista y una visión de Estados Unidos como garante del orden mundial. Sin embargo, su legado sigue siendo objeto de división: para unos, fue un estratega que defendió la seguridad nacional; para otros, el símbolo de un ciclo de excesos, guerras interminables y erosión institucional.