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¿Campaña electoral u ofensiva subversiva? Por: Eduardo Mackenzie

La campaña de Gustavo Petro transcurre sin pena ni gloria bajo una apariencia de normalidad. Para ser sinceros, transcurre más con pena y sin gloria alguna. Lo que subsiste son las amargas dificultades generadas por el derrumbe del intento de seducción que impulsaba Petro ante el ex presidente Cesar Gaviria, jefe del Partido Liberal. Esa maniobra se fue a tierra gracias al lenguaje de “poesía pura” de  F. Márquez. Triste panorama que desembocó en dos grotescos episodios más: 1.- la marginalización de Piedad Córdoba –elegida senadora por el milagro del 13 de marzo–,  ante el miedo que genera en ese campo las revelaciones sobre ella y sus camaradas  que pueda hacer Hugo el ‘Pollo’ Carvajal, exjefe de Inteligencia del chavismo, detenido en España (1), y las de Álex Saab, testaferro de Nicolás Maduro, detenido en Estados Unidos. Y  2.- el Pacto de la Picota, con criminales y corruptos de cuello blanco a quienes Petro les promete un vasto «perdón social», si lo apoyan con dinero y votos.

Esos tres incidentes crearon devastación incluso entre miembros del llamado Pacto Histórico y hasta sectores radicales que simpatizaban con Petro huyen horrorizados.

Sin embargo, a solo 24 días de la elección presidencial, la ofensiva petrista obtiene, a título de consolación, un éxito notable. Petro ha hecho creer que él dirige una fuerza mayoritaria y que él va a ganar la presidencia de la República en la primera vuelta. En la fabricación de ese espejismo juegan de manera central las oficinas encuestadoras que, acudiendo a artificios de especialista (toma arreglada de muestras, alteración de resultados, desvío de probabilidades, etc.), están llegando a introducir esa creencia en la prensa y en otros medios de información. Empero, un sondeo reciente de CNC para la revista Semana recibió un imparable y demoledor cuestionamiento de Juan Carlos Pastrana, que CNC no pudo contrarrestar.

Petro, obviamente, no es mayoritario. Su desprestigio entre la población es elevadísimo. Cada día hay un nuevo hecho que empeora su imagen. El extremista no sabe qué hacer frente al candidato Federico Gutiérrez, ex alcalde de Medellín, sobre todo desde que éste irrumpió, el 13 de marzo, como la más brillante alternativa. Gutiérrez estima que Gustavo Petro “no tiene autoridad moral para ser presidente”. ‘Fico’ se ha convertido en el valor-refugio de las mayorías que combaten con firmeza las ambiciones totalitarias del petrismo.

El problema sigue siendo la Registraduría General, bajo la férula de Alexander Vega Rocha. Este permitió que el 13 de marzo miles de mesas cayeran bajo el control de Petro, por la vía de jurados que votan varias veces en varias mesas, de los testigos y auxiliares que presionan, y hasta por la vía de algunos nuevos registradores locales (pues Vega destituyó arbitrariamente a los anteriores, semanas antes de la elección legislativa). Ello se tradujo en masivas falsificaciones de resultados en 23.000 mesas de votación, de las 112.000 mesas en total, y en un bochornoso traslado nocturno de uno o dos millones de votos (no físicos sino en números) para el Pacto Histórico, pues los petristas querían tener no 16 sino veinte senadores. Ese formidable cambiazo no ha sido explicado hasta hoy.

Como lo reveló Noticias RCN el 15 de abril, el Registrador Vega admitió que “Gustavo Petro incitó a sus testigos electorales a presionar a los jurados de votación para que llenaran mal las casillas de los formularios E-14 en las elecciones del 13 de marzo”. Vega  insistió: “Gustavo Petro dio la orden a los testigos electorales de presionar a los jurados de cómo debían llenar los E-14”.

El truco operado con el pretexto de que había una diferencia entre “preconteo” y “escrutinio” dio todos sus frutos (confusión y conformismo) hasta el punto de que  Alexander Vega, pese a los pedidos de destitución, sigue en su cargo y pretende reincidir y dirigir la logística del escrutinio de la crucial elección presidencial del 29 de mayo. Ante esa obscura perspectiva, casi todos los voceros de las candidaturas, de corrientes diversas, han declarado: “No hay garantías para las elecciones del próximo 29 de mayo”. El 19 de abril, Ingrid Betancourt insistió: “Pedimos que el Registrador dé un paso al costado por el desastre que fueron los comicios del 13 de marzo y la sensación de angustia e incertidumbre por el hecho de que aún no sepamos qué fue lo que pasó. No sabemos si esto fue un desorden organizado para poder permitir que se manipularan los resultados y no sabemos a favor de quién”.

Pero nada ha sido hecho. El destino del petrismo se juega entonces no sobre los votos reales de la ciudadanía, sino sobre la base de una infame mixtura: entre unos sondeos fantasiosos que ambientan psicológicamente una victoria del candidato más funesto y detestado del país, y los juegos diabólicos de un fraude masivo escondido en los entretelones del abstruso software de Indra, del “preconteo” lejano más los “escrutinios” en el centro, técnica indescifrable por la cobardía de las autoridades de control y de gobierno. Y por la neutralidad increíble de la Comisión Nacional de Garantías Electorales.

Con ese campo abierto, y como si lo anterior fuera poco, la ofensiva de Gustavo Petro se refuerza con otras aristas.

Las elecciones en 99 municipios están amenazadas por las Farc, el Eln, el Clan del Golfo y algunas “guardias indígenas” delincuenciales. Esas estructuras apoyan al Pacto Histórico y contribuyen con su accionar ultra violento. La ofensiva  narco-terrorista y paramilitar en Cauca, Valle, Arauca, Putumayo, Norte de Santander y otros departamentos, busca sembrar el terror en la población para que ésta se abstenga o vote por Petro. Volantes anónimos que circulan en numerosas ciudades de provincia, y en las redes sociales, anuncian nuevas jornadas de “estallido social” si no gana Petro.

El aumento de la inseguridad en Cali y otras ciudades del eje Cali/Buenaventura se agrava y contribuye a la desestabilización nacional. A eso se superponen las amenazas de muerte contra líderes nacionales de centro-derecha. En un desfile del pasado 1 de mayo, fanáticos de Gustavo Bolívar cargaron ataúdes de cartón con los nombres de ‘Fico’ y Álvaro Uribe. Ello recuerda lo de octubre de 2020 cuando esa misma gente, en la narco-minga en Bogotá, montó una enorme pancarta con la frase “Es necesario que  Uribe muera”. En lugar de repudiar esa incitación al magnicidio, Petro relanzó esa consigna. Como no fue sancionado, el “señor de las bolsas” vuelve ahora a cometer ese mismo delito.

En cambio, la Fiscalía abrió en pocas horas una investigación sobre un presunto plan para matar a Petro que habrían señalado dos misteriosos agentes españoles que trabajan en la seguridad del candidato. Tras estudiar el caso, ningún organismo de seguridad del Estado confirmó la existencia de tal amenaza. Petro es uno de los hombres más protegidos de Colombia. La senadora María Fernanda Cabal exigió que la Fiscalía investigue si la actividad de esos dos extranjeros fue o no autorizada.

Otro elemento de la campaña de Petro es el insólito fallo de una juez que se negó a decretar el fin del proceso-venganza montado por el senador comunista Iván Cepeda contra el expresidente Uribe, preclusión pedida por la Fiscalía y la Procuraduría. Fue esa la contribución de la justicia torticera a las andanzas del PH.

¿Petro es un candidato presidencial como los otros?  ¿Es un opositor político en acción electoral? La acumulación de hechos responde. En lugar de ser una aventura  electoral legítima, lo que emerge es un animal diferente: una ofensiva subversiva que persigue un objetivo atroz. El no pretende ganar lealmente una elección presidencial sino derribar el orden político-social existente, romper las reglas del derecho y violar la voluntad de los electores para apoderarse, como sea, mediante la mentira y la violencia, del poder.

Quedan solo 24 días para que los partidos defensores de la Constitución se movilicen  con decisión en la primera vuelta para impedir, gracias a sus técnicos en software de escrutinio, a sus testigos, jurados de votación,  electores y candidatos, las maniobras fraudulentas, y para que los organismos de control despierten por fin y levanten un muro contra el bárbaro manotazo electoral en curso.

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