El Tribunal de Bogotá ratificó la inocencia de Luis Alfonso Hoyos frente a los cargos que, en 2015, Montealegre, el “Fiscal de Santos”, le había imputado por espionaje, concierto para delinquir, cohecho y delitos informáticos, convirtiendo a un hombre íntegro en el cerebro de un plan para torpedear el proceso de paz y la reelección.
Ya en enero de 2017 se había cerrado el proceso contra Óscar Iván por el caso del hacker, “frente a la inexistencia de motivos o circunstancias fácticas que permitan siquiera inferir” que Zuluaga hubiera cometido algún delito.
Con estas decisiones se cayó, como castillo de naipes, la trapisonda de Santos para cerrarle el camino a Zuluaga y, con ello, continuar su negociación con las Farc y allanar su propio camino al Nobel. Las dos sentencias fueron, sin embargo, amargas desde la perspectiva de lo que pudo haber sido y no fue, del mundo del “hubiera”, como expresión de lo que no le sucedió al país por cuenta de quienes torcieron su destino.
Este ejercicio se remonta a 2010, pero podemos comenzarlo a finales de 2013, cuando Santos, que había expresado su desacuerdo con la reelección, acomoda sus convicciones y se lanza nuevamente, pero enfrenta el fenómeno arrollador de Zuluaga, representante del medio país que no estaba de acuerdo con el alcance de las negociaciones.
Había que hacer algo. El 5 de mayo de 2014 es capturado el hacker y aparece el video para comprometer a Zuluaga en oscuras maquinaciones, a pesar de lo cual, el 25 de mayo, en primera vuelta, le saca ¡458 mil 156 votos! a Santos, quien, para la segunda, en escasos 20 días, logra tapar el hueco y sacarle otros tantos votos al contendor.
¿Cómo lo hizo? La trampa del hacker fue efectiva, pero a ella se sumó la plata de la corrupción, que fluyó desde Odebrecht, CEMEX e Impregilo, hasta donde hoy sabemos. Ayudó la diligencia del Fiscal, que abrió rápidamente investigaciones contra la campaña de Zuluaga, mientras olvidaba gravísimas acusaciones contra la de Santos.
Permítanme navegar en el mundo del “hubiera”. Si Santos no hubiera traicionado a Uribe y a sus electores en 2010, ni a sus convicciones en 2013; si no hubiera existido la trampa del hacker; si el Fiscal no hubiera sido otro “porrista” de Santos; si la corrupción no hubiera permeado su campaña, ¿qué habría sido de Colombia”.
De entrada, las 40 mil hectáreas de coca de 2010 se habrían erradicado, Zuluaga habría sido presidente en 2014 y las negociaciones con las Farc se habrían limitado a una reinserción digna y una justicia transicional generosa pero sin impunidad, que las Farc habrían aceptado, presionadas por la Seguridad Democrática.
Con el narcotráfico, el delito también se habría reducido en el campo, permitiendo su recuperación, y el microtráfico no sería la maldición de ciudades más seguras y en crecimiento. La “polarización” ni la mermelada habrían existido y, en 2018, Iván Duque habría llegado igual a la Presidencia para consolidar la unión alrededor del futuro del país.
Ahora, la otra cara de la moneda, la humana: no se habría afectado el tejido social por la polarización; muchos colombianos no habrían perdido sus empleos por la persecución, como sucedió en FEDEGÁN; personas integras no habrían sido perseguidas sin razón por la justicia; estigmatizadas, encarceladas unas, y otras, como Luis Alfonso Hoyos, empujadas al extrañamiento y la penuria del asilo. El escándalo mediático de sus acusaciones no se compara con los discretos informes de su inocencia. El daño quedó hecho.
Ah!, y lo que faltaba. No habríamos tenido otro Nobel, pero sí una Colombia mejor.