
Este 13 de octubre, al presidente de Colombia, Gustavo Petro, anunció que enviaría lingotes de oro de Colombia a la franja de Gaza para, según él, “financiar la atención médica a niños heridos en los ataques y operaciones militares israelíes” (1), tras la firma del acuerdo de paz entre Israel y Hamás. Mediante un texto en X, Petro ordenó, además, que la Sociedad de Activos Especiales, que administra los bienes y propiedades de origen ilegal incautados por las autoridades colombianas, envíe el oro confiscado a narcotraficantes. Sin embargo, Petro no reveló los detalles de dicha transferencia.
Esa idea no fue bien recibida por la oposición. La senadora María Fernanda Cabal, del Centro Democrático, dijo: “Mientras en Colombia la gente se muere por falta de un sistema de salud y medicamentos, Petro reparte el oro incautado”. Agregó que Petro “no hace nada por los niños de la Guajira o por los del Chocó [pero sale] con ese disparate”. La parlamentaria Katherine Miranda, de Alianza Verde, le dio un consejo al mandatario: “Empiece por el Cauca. Allá también hay niños heridos, no por bombas extranjeras, sino por los grupos armados que usted protege”. El congresista Julio César Triana, de Cambio Radical, le reprochó a Petro su indolencia con los niños colombianos “que hoy viven las horribles consecuencias de una guerra que usted se niega a enfrentar”. Ninguna empresa de salud ha querido respaldar la nueva entelequia.
Prudente, la Sociedad de Activos Especiales de Colombia (SAE), vinculada al ministerio de Hacienda, respondió que ha “iniciado un trabajo coordinado para evaluar la viabilidad de esa medida”. Según sus estatutos, la SAE es una entidad de economía mixta vinculada al ministerio de Hacienda y Crédito Público y su misión es “administrar, gestionar y democratizar [nacionalizar] activos provenientes de actividades ilícitas, buscando crear valor público, social y ambiental”. La medida podría ser ilegal pues los bienes ilegales incautados devienen propiedad de la nación colombiana y no tienen vocación para ser exportados, ni cedidos, ni regalados a terceros países ni a organizaciones civiles y/o militares extranjeras.
Peor: nada garantiza que las barras de oro sean transformadas en ayuda médica para los niños de Gaza. Dada la inexistencia de instituciones legales –pues todo sigue bajo el control de la organización terrorista Hamás, incluso después de la firma de cese al fuego de Hamas con Israel y Estados Unidos— esa donación podría caer en manos de Hamás.
Ningún organismo independiente se ocupa de la salud de los niños palestinos, pues el llamado “ministerio de salud de Gaza” es una creación de Hamas. Esta organización, después del cese al fuego, prosiguió su control y represión contra la población de la franja. Radaa, unidad especial de Hamás, ha sido acusada por la prensa internacional de arrestar, torturar y asesinar en días pasados a 28 de sus miembros luego de acusarlos de haber colaborado con Israel.
Desde 2007, cuando Hamas le arrebató el poder a la autoridad palestina, tras el retiro voluntario del ejército de Israel, todo organismo de la franja, incluso las ayudas de entidades internacionales a la población, quedaron bajo la tutela violenta de Hamás. ¿El oro que quiere enviar Petro escapará a esa gente? ¿Quién puede creer eso?
Entregar barras de oro de propiedad de Colombia en ese contexto equivale a financiar a Hamás y Colombia tendría que desembolsar enormes sumas adicionales para el transporte y la entrega controlada de esos bienes.
Colombia es un país con inmensas necesidades y no puede darse el lujo de aparecer como una potencia media. La influencia política de Colombia en Oriente Medio es muy limitada, si no inexistente, sobre todo desde que Petro, el 1 de mayo de 2024, rompió las relaciones diplomáticas y comerciales entre Colombia e Israel, furioso por el combate defensivo de Israel tras la masacre del 7 de octubre de 2023, pogrom donde fueron asesinados 1.200 personas en un solo día. Petro nunca condenó ese gran crimen. Su obsesión antisemita, que él presenta como apoyo “humanitario” a la “causa palestina”, llegó al extremo de expulsar, este 1 de octubre, a toda la legación diplomática de Israel en Colombia.
Después de la firma del cese al fuego de Hamas con Estados Unidos e Israel, el presidente colombiano se ve obligado a explotar el filón propagandístico de la “ayuda humanitaria” para hacer olvidar en Washington su alineamiento con Hamás, su hostilidad hacia Israel y Estados Unidos, países que él califica de “nazis”, y de sus llamados, en Nueva York, a que el ejército norteamericano “desobedezca” las órdenes de su comandante en jefe, el presidente Donald Trump.