Nuestro país necesita una hoja de ruta clara que le permita detener la caída en picada de su economía y reconstruir rápidamente su aparato productivo, brindándole mayor fortaleza.
Si bien la pandemia por Covid-19 nos golpeó fuertemente, llevándonos a limitar la dinámica laboral en absolutamente todos los sectores, tenemos un virus mucho peor: la imbecilidad colectiva, esa que está atizando el fuego para que el autodenominado ‘Paro Nacional’ arrase por completo la posibilidad de reponernos del desastre.
La crisis nos ha llevado a ser la moneda emergente más devaluada, con una caída del 10,20%; seguido de Argentina -10,17%- y Turquía -9,91%-.
A marzo del presente año, la tasa de desempleo era del 14,2%, sin embargo, debido a los paros y bloqueos promovidos por la izquierda y sus aliados, es casi seguro que esa tasa de desempleo aumente. Solo en el Valle del Cauca, se calculan pérdidas cercanas a 74,4 mil millones, una caída en las ventas de un 63,5% y la disminución en el número de trabajadores en un 26,2%. Si bien no hay una cifra exacta, se calcula que más del 7% de las empresas podrían desaparecer por culpa de las manifestaciones y los atentados a la propiedad privada, en el marco de la toma narcoterrorista.
También se ha anunciado que las principales navieras dejarán de atracar en la Sociedad Portuaria de Buenaventura, lo que significa que entre 44 mil y 225 mil toneladas de mercancía dejarán de entrar por ese puerto.
En momentos tan difíciles, donde los ciudadanos de todos los sectores están buscando desesperadamente voces de apoyo y soluciones concretas, solo ha quedado clara una cosa: Colombia no se merece la clase política que tiene.
Esos “líderes” que durante la pandemia ni siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo; a pesar de saber que era necesario llegar como nación a puntos comunes, prefirieron emprender una pelea eterna contra el Gobierno con el único fin de sacar réditos políticos.
Ahora, en la actual coyuntura, los mismos “amigos de la paz” nos repiten la dosis de desestabilización del 2019, pero con el aderezo del narcotráfico. Y a ellos, se suman los autonombrados “líderes del paro”, viejos sindicalistas marxistas que seguramente hasta su propia elección sindical interna debe estar cuestionada.
Aquí el país debe preguntarse, de dónde están sacando los cientos de millones de pesos que vale tener unas movilizaciones por más de 26 días, con armas, bombas incendiarias, láser e incluso cascos y escudos, que son usados por parte de esa imbecilidad colectiva, que sin saber porqué protestan salen a destruirlo todo.
En el entretanto, todos nos preguntamos: ¿Y dónde está el Congreso de la República?
Es increíble que no les importe la debacle del Valle del Cauca, despensa agrícola de toda una nación. ¿Acaso se han acordado del sector productivo, que es al que “ordeñan” con impuestos?
Esos políticos en lugar de aportar y facilitar la generación de riqueza de sus electores, solo se dedican a producir más leyes para esclavizar al sector real de la economía. (Eso sí, más burocracia y plata para expoliar. Así se aseguran más votos). Solo se dedican a vociferar de la “brutalidad policial”, replicando información falsa de las redes, desfigurando la realidad y acabando con la moral de hombres y mujeres que dejan su sangre en las calles por proteger la vida de cada ciudadano. Esos congresistas descarados, deberían renunciar a tener policiales en sus esquemas de seguridad. ¡No se los merecen!
En conclusión, no les importa el país. Solo hacer negocios mientras la población sin liderazgo se muere de miedo, desesperanza e incertidumbre.
¡Ojo con el 2022!