La memoria histórica es, o debe ser, la compilación de la verdad; por eso nunca he entendido el traslape entre dos instituciones surgidas del Acuerdo con las Farc: la Comisión de la Verdad y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), ambas buscando lo mismo: la verdad para contarla.
Pero, qué verdad estamos encontrando y qué memoria estamos construyendo, me pregunto, si tanto la Comisión como el Centro obedecían al “afán” por blindar históricamente el Acuerdo, con una narrativa que lo justificara para la posteridad, izando la bandera de las víctimas, eso sí, pero instrumentándolas para esconder a unas –las militares, las ganaderas y las no dispuestas a perdonar– mientras se montaban espectáculos de perdón y se magnificaba mediáticamente a las que no fueran de las Farc.
Esa narrativa se empezó a construir con la creación, en agosto de 2014, de la “Comisión Histórica de Conflicto Armado y sus Víctimas” para ofrecer “una visión multilateral y neutral sobre el conflicto”, visión que fue la gran ausente, dando paso a un pulso mezquino por el “equilibrio” entre la verdad de Santos para legitimar su claudicación y su Nobel, y la de Timochenko para “limpiar” medio siglo de atrocidades.
El CNMH sucedió a una instancia similar de la Ley de Justicia y Paz, y su primer director, Gonzalo Sánchez, a pesar de haber sido nombrado por Uribe, se acopló rápidamente a los lineamientos de Santos y de las Farc, pues, de no haberlo hecho, la mesa habría pedido su cabeza, como hoy la izquierda, el centro-santismo y sus medios piden la de Darío Acevedo.
La renuncia de Sánchez fue un ataque al gobierno, al que acusó de “desandar la paz (…) la memoria, la verdad y la justicia”, tras anunciar que se iba porque reconocía una “nueva atmósfera política tras las elecciones presidenciales”. Hace pocos días volvió a la carga, acusando al gobierno de no condenar los asesinatos de líderes y de “banalizar” la violencia regional, demostrando que la memoria que estaba “construyendo” era la de la estigmatización santista y fariana del medio país calificado como “enemigo de la paz”.
El grupo SEMANA, bajo el disfraz “cultural” de ARCADIA, la emprendió contra Acevedo desde su portada, afirmando que, un año después de su llegada, “el CNMH se hunde en una crisis inédita”, tras lo cual su reportero se atreve a más y lo acusa de “enaltecer el relato de los militares, así eso implique fracturar trece años de trabajo con organizaciones de víctimas”, pero sin los militares, claro está, cuyas víctimas, como las ganaderas y las de las Farc, se pretende invisibilizar.
Es el mismo grito en el cielo que pusieron cuando María Fernanda Cabal incluyó en la Ley del Veterano un artículo para incluir un espacio en el Museo de la Memoria destinado a los veteranos de la Fuerza Pública, como si no fueran parte de la historia ni hubieran sido víctimas.
Es la selección sesgada de la verdad para construir la memoria. El director del CNMH es bueno si se ajusta a esa narrativa excluyente y malo sí incluye la de militares y ganaderos. Ya “le cayeron” a Acevedo porque tuvo la “osadía” de atender una invitación de la Junta Directiva de FEDEGÁN, en la cual propusimos un convenio para “Acabar con el Olvido”, cuyo primer insumo son dos informes de la Fundación Colombia Ganadera con ese nombre, que dan cuenta de más de 10.000 graves violaciones de derechos humanos contra ganaderos.
Porque nuestras víctimas no son menos víctimas, porque la verdad es el único insumo de nuestra memoria.