Maquiavelo recomendaba no buscar por la fuerza lo que pudiera ganarse con la mentira. Pues bien, esa estrategia mentirosa de distorsionar la realidad como arma política, está nublando la percepción que del país tiene la “opinión pública”, manipulada por intereses ideológicos, políticos y económicos.
La estrategia se mueve por “las redes”, pero también por los medios y algunos “deformadores de opinión”, en la oposición declarada y en la no declarada –“el tibio centro”–, que esparcen pesimismo, como vapor maligno de película de terror, para hacer sentir que el país va mal, para “disminuir” al presidente y culparlo de todos los males, porque –dicen– el país está “desgobernado”.
Que Duque se obsesionó con las objeciones; que la economía está estancada; que le falta foco, que le falta norte, que le falta “tono”; que obedece al expresidente y su partido, que es lacayo de Estados Unidos; que quiere acabar con la JEP y, por cuenta de unos espurios expertos de la ONU, que también incita a la violencia contra los ex Farc, “desprecia” su derecho a la vida e incumple el Acuerdo.
La cosa no para ahí. Un caricaturista lo pinta como niñito a quien la banda presidencial le queda grande; otro como cerdito ingenuo, y una revista lo muestra como un presidente solitario. Es el mensaje subliminal de “pobretear” al presidente, con una gran dosis de doble moral y mezquinos intereses políticos.
En el reciente especial de Caracol, construido sobre esa percepción negativa, yo vi a un presidente diferente al del estereotipo. Frente a un entrevistador que parecía empecinado en convencerlo de la crisis, vi a Duque empoderado, rebatiendo con cifras, con hechos, con optimismo realista y sin titubear, los argumentos de los arúspices de la calamidad nacional, que solo está en las intenciones soterradas de opositores y oportunistas.
La doble moral es patética. Los que ayer se aglutinaron para descalificar al ministro de Defensa, son los mismos que enterraron la moción de censura. Botero salió fortalecido.
La realidad enfrenta a la mentira. Los que hoy reconocen la validez de las inquietudes presidenciales y proponen una “ley interpretativa” para buscar lo mismo que las objeciones: claridad; ayer las combatían anunciando la destrucción del Acuerdo si se le tocaba una coma a la JEP.
Los que defendieron las competencias desbordadas de la JEP en el caso Santrich, se sumaron a la teoría del complot para extraditarlo y condenaron la indignación del presidente ante la posesión del mafioso, son los mismos que, para no quedar mal, abandonaron afanosos el recinto para sumarse al rechazo.
Los que dicen que Duque no tiene agenda legislativa, aprobaron la ley de financiamiento, el Plan Nacional de Desarrollo y la Ley TIC, entre otras; y claro, hundieron la reforma política porque nos les convienen las listas cerradas; y el enésimo intento de reformar la justicia, como lo han hecho desde hace más de diez años.
Son los mismos que, bajo el argumento de la gobernabilidad, mandan mensajes extorsivos para que termine la veda de mermelada y se reparta el botín burocrático y presupuestal, según ellos, la única manera de gobernar.
Mentiras; este país tiene espacio para la dignidad política. Mentiras; la economía no está mal, como lo confirma el Banco Mundial. Mentiras; Duque no está solo, lo acompañan sus principios y millones de colombianos. Mentiras; el presidente tiene un norte, o será poco el de construir juntos un futuro a partir de la legalidad, el emprendimiento y la equidad.
Quienes le apuestan a la mentira contra un gobierno decente, juegan con candela de cara a 2022.