Un año rarísimo, incomparable, este 2020 que por fin se acaba. La pandemia del Covid19, algo más de un siglo después de la mal llamada gripa española (en realidad apareció en los Estados Unidos) de 1918, lo trastornó todo.
A hoy sábado, cuando escribo esta columna, 41.690 fallecidos en Colombia por cuenta del bicho dejan una profunda estela de dolor en miles de familias. A ellas, nuestra solidaridad. Quienes tenemos a los nuestros vivos y sanos debemos estar muy agradecidos.
Ahora, a los males que nos dejó la enfermedad hay que sumar los que causó el confinamiento que muchos países, el nuestro entre ellos, usaron para intentar disminuir la tasa reproductiva de contagio. Al frenar de manera brutal la economía tanto por el lado de la oferta como de la demanda, tenemos la peor recesión de nuestra historia. El Gobierno calcula la caída del PIB en -7,7%. la OCDE, menos optimista, prevé un 8,2%. En cualquiera de los escenarios, es la peor recesión desde que tenemos estadística.
La del PIB, sin embargo, es un cifra fría. La tragedia que esconde se ve mejor en el desempleo y en la pobreza que, en nuestro país, van de la mano. Algo más de un millón de nuevos desempleados que se suman a los más de dos y medio con los que empezamos el año. Y seis millones más de pobres. Una barbaridad. Terminaremos el año con cerca de la mitad de los colombianos pobres, según Fedesarrollo. Si tenemos que agradecer la salud, más aún el trabajo.
Y ese tiene que ser nuestro objetivo prioritario, el del Estado, el del Gobierno y el de la sociedad, por encima de cualquier otro, en este año que empieza: generar tanto empleo como sea factible y de la manera más rápida que sea posible. Es la forma, la única forma, para reducir la pobreza. Aunque la red de asistencia social cumple un papel muy importante al impedir que millones se descuelguen a la miseria, siempre será insuficiente. No hay manera de que esa red reemplace los ingresos que para el ciudadano significa tener empleo.
Hay que recordar que el Estado solo genera el 4% de todos los empleos del país. Y no hay que olvidar que somos los ciudadanos quienes, con nuestros impuestos, pagamos la nómina del Estado. Los demás empleos se crean en el sector privado.
Esa realidad, la de que somos los ciudadanos quienes creamos riqueza y empleo y que, por tanto, el esfuerzo estatal debe focalizarse no solo en no entrabar y dificultar las relaciones económicas entre los particulares sino en facilitarlas, y que el Estado solo existe por y para sus ciudadanos, es la que se niega a reconocer la izquierda. Por eso fracasa una y otra vez en la historia, sin un solo éxito y, en cambio, innumerables desastres que solo han traído más miseria a las sociedades en que han intentado implementar su modelo económico.
En nuestro país el sector privado, las empresas, desde las grandes hasta las micro, han hecho un esfuerzo enorme por mantener a sus empleados. El subsidio a la nómina en algo ha ayudado. Pero el Gobierno puede y debe hacer más: austeridad en el gasto y aumento sustantivo de la inversión a través de proyectos ejecutables por los privados.
Es verdad que el Gobierno está en una situación muy delicada, con una caída de cerca de 28 billones de pesos en el recaudo de este año y un déficit fiscal de 8,2%, el mayor de la historia. Pero tiene más de 20 billones de pesos disponibles en el FOME y en regalías sin utilizar. Puede inyectarlos a la economía a través de programas de vivienda, infraestructura de mediano impacto (como vías terciarias, acueductos y alcantarillados, distritos de riego) y proyectos productivos en el campo que tienen varias virtudes. Por un lado, tienen doble impacto social inmediato porque generan mucho empleo al requerir mano de obra intensiva y no calificada y satisfacen necesidades básicas insatisfechas de sectores muy vulnerables; por el otro, pueden ser planeados y ejecutados de manera rápida y por empresas medianas y pequeñas en las regiones y en los municipios; y, finalmente, pueden ejecutarse a través de pliegos y contratos tipos, disminuyendo de manera radical los riesgos de corrupción.
Muchas gracias a todos mis lectores por su paciencia conmigo este año que termina. Y que el 21 traiga salud y trabajo para todos. Son las bendiciones que más necesitamos.