La globalización de la economía es un fenómeno que afecta a todos los negocios, independientemente al sector que pertenezcan. Lo que ocurra en una esquina del mundo afecta a la otra esquina a miles de kilómetros. Es, precisamente, lo que está sucediendo con los precios de las materias primas por causa de la pandemia, los estragos del cambio climático en varios países agrícolas del mundo y la invasión de Rusia a Ucrania.
Esos tres hechos dispararon los precios internacionales de los alimentos y de las materias primas en el mundo. Desde enero del 2021, hemos visto como la soja, maíz, trigo, arroz, aceites, carnes, leche, azúcar, café, algodón y cacao, entre otros, han alcanzado una alza histórica en sus precios. Revisando los contratos futuros en las bolsas de commodities de productos agrícolas de CBOT (Estados Unidos), DCE (China), Rótterdan, Brasil y Argentina, observo que este microciclo de precios altos se puede mantener unos cuatro años más por el aumento de la demanda de materias primas. En China, por ejemplo, se está importando mayores volúmenes de maíz y soja para alimentar a su ganado y cerdos. Al mismo tiempo, se aumentó el interés en varios países del mundo por las energías renovables a través de biocombustibles producidos a partir de fuentes agrícolas como el maíz, aceite de palma y caña de azúcar.
Otra causa que está incidiendo en este microciclo de precios, es la caída de la oferta de materias primas por factores geopolítico y climático. En Ucrania, por ejemplo, tienen serios problemas para sacar la producción de granos y cereales, que cultivan en el 65% de su territorio para alimentar a más de 600 millones de personas en el mundo. Por otra parte, va a tardar tiempo recuperar las áreas agrícolas y producciones de alimentos en aquellos países afectados por las fuertes olas de calor, inundaciones y heladas. Claramente, estos factores externos hacen que la oferta tarde en responder al aumento de la demanda mundial de alimentos y materias primas.
Desafortunadamente, en Colombia, no hemos podido aprovechar este microciclo de altos precios por falta de una política de Estado. Durante los últimos cuatro años he venido proponiendo a los ministros de agricultura de turno, la importancia de establecer unos corredores geográficos con vías de acceso para fomentar la siembra de un millón de hectáreas de maíz y soja, y ampliar las áreas de cultivos estratégicos como la palma de aceite, caña de azúcar y algodón, entre otros, teniendo en cuenta los factores de humedad relativa, temperatura y luminosidad. De igual manera, replantear todo el sistema productivo de carne y leche. Si no desarrollamos una ganadería sustentable con esquemas de trazabilidad e inocuidad, no vamos a poder poner un solo kilo de carne o litro de leche en polvo en los mercados de Estados Unidos y Europa. Por último, es necesario bajar los costos de producción. Para ello, el gobierno deberá destinar un presupuesto importante en ayudas e incentivos para aminorar los costos en las enmiendas de suelos, instalación de sistemas de riego y compra de maquinaria agrícola. Además, facilitar la importación de biotecnologías y bajar las tasas de interés.
Ojalá este nuevo gobierno no desperdicie esta gran oportunidad para los productores del campo.
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