El senador petrista Gustavo Bolívar, gran apólogo y financiador de la llamada “primera línea”, partidario tenaz de que los detenidos de ese grupo criminal salgan de las cárceles, sin orden judicial, anticipadamente y en masa, acaba de descubrir que uno de sus protegidos de la “primera línea” que estaba libre no se sabe cómo, ingresó a un frente de las Farc desde donde acaba de lanzar, en uniforme y exhibiendo un fusil de asalto, en un video que Gustavo Bolívar difunde, explícitas amenazas de muerte contra un conocido periodista, Gustavo Rugeles, director del portal web El Expediente.
¿Y qué responde a tal proclama violenta el senador Gustavo Bolívar? Nada en defensa de la integridad física y moral del periodista amenazado por el terrorista. Gustavo Bolívar no menciona siquiera la amenaza ni el nombre del periodista amenazado, en los varios twitts de urgencia que le dedica al tema. Es como si la suerte que pudiera correr el periodista Rugeles le importara un pepino al senador. Un ejemplo más del desprecio que profesan los jefes del petrismo por la vida humana y por el periodismo independiente.
El hombre del fusil lee visiblemente un texto de propaganda previamente elaborado. Este contiene todo el lexicón fariano: “terrorismo de Estado”, aceptación de la lucha armada como “única salida” para las “transformaciones estructurales”, y una invitación a los “jóvenes rebeldes” a ingresar al “ejército del pueblo” y a “las milicias clandestinas del partido comunista y al movimiento bolivariano”.
Gustavo Bolívar trata de relativizar el asunto del comprometedor video dando pistas contradictorias para que la opinión pierda el hilo del asunto. Y no se olvida de usar el truco habitual de los desinformadores profesionales: desviar la culpa hacia su adversario, en este caso la oposición al gobierno de Gustavo Petro. En efecto, Bolívar argumenta que el video del guerrillero puede ser el resultado de tres cosas: que él haya tomado esa decisión “porque teme por su vida”, o que las Farc lo hayan reclutado “con engaños” o que, por el contrario, esa aparición del ex “consejero de juventud” sea una maniobra “de la ultraderecha”. Gustavo Bolívar lo dice así: “Podría tratarse de una estrategia para desprestigiar la decisión del gobierno de nombrar a jóvenes de Primera Línea como gestores de paz”.
Gustavo Bolívar admite que ese individuo “estuvo muy activo en eventos que hicimos después del Paro”.
Según el senador Bolívar, el guerrillero que amenazó y calificó a Gustavo Rugeles de “fascista” este 14 de diciembre, se llama David Fernández–. Para protegerse del escándalo que constituye ese video, y de las acusaciones que le podrían caer tarde o temprano al senador por su relación tan próxima con el asunto, Gustavo Bolívar le ruega a las Farc o al “grupo armado que lo tenga” que lleven “al chico” inmediatamente “de regreso a su hogar”.
Pero en sus ruegos y mensajes no pide jamás a Fernández que renuncie a su proyecto criminal contra el periodista Rugeles y contra los que no piensan como las Farc.
Bolívar esboza una tímida llamada de atención a los misteriosos reclutadores de David Fernández: “Si aceptan la paz total para qué reclutan más jóvenes?” (sic). Enseguida se dirige a la juventud: “No caigan en la trampa”. Pero el razonamiento de Bolívar es sectario. En realidad, es una acusación no contra la narco-guerrilla sino contra Francisco Barbosa, el Fiscal General, contra la justicia colombiana y contra todos los que se oponen a que saquen de la cárcel, por decreto presidencial arbitrario, a los violentos de la “primera línea”: “La ultraderecha necesita que vuelvan la guerra. Le están dando un triunfo al Fiscal”, gesticula el jefe de la Colombia Humana. ¿Bolívar presiente que los miembros de la “primera línea” seguirán el ejemplo de David Fernández?
“David, nada justifica tomar este camino. Fallamos como sociedad si esto está pasando pero le pido que me escuche”, clama Gustavo Bolívar. Y continúa: “Sálgase de allá, hermano, confié en la justicia”, en la justicia que él acaba de insultar. Le pide además que “no convoque a más jóvenes” a la guerrilla. Y proclama: “Nosotros podemos mantener aquí esa lucha”. A la guerrilla les reitera: “Ustedes son irresponsables, no pueden seguir llevando nuestra juventud al matadero”.
Sobre la trayectoria política del activista transformado en guerrillero no hay duda. El mismo dice que participó “activamente” en Bogotá en “movimientos sociales”, eufemismo que oculta los violentos desmanes de las “primeras líneas” que causaron muertos y heridos en las tomas guerrilleras de abril de 2021, que él define como un “levantamiento popular”. Dice que fue “consejero de juventud”, que hizo “trabajo comunitario” y que ejercer la violencia le está permitido pues la Constitución de 1991 concede el “derecho a protestar”. Tal es la aberrante educación política que reciben los miembros de la “primera línea”.
Gustavo Bolívar no objeta el hecho de que David Fernández vea el trabajo de un periodista como una “persecución psicológica y mediática” y que eso le sirva de justificación para irse a la guerra. Según “el chico” de las Farc, la prensa debe adoptar el punto de vista del narcoterrorismo o de lo contrario será vista como “perseguidora mediática”.
La FLIP está en el deber de pronunciarse al respecto, denunciar esas amenazas contra el periodista Gustavo Rugeles y pedir al poder judicial investigar y castigar a los actores de tal intimidación y hacer respetar la seguridad y libertad de la prensa.