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Del discurso con argumentos a las redes sociales: La nueva manera de hacer política en Colombia. Por: Silverio José Herrera Caraballo

En la era digital, la política colombiana ha experimentado una transformación significativa. Las redes sociales se han convertido en plataformas clave para la interacción política, desplazando en muchos casos los discursos argumentativos tradicionales. Esta evolución ha permitido que figuras emergentes, especialmente influenciadores digitales, accedan a cargos de elección popular, generando un debate sobre la autenticidad y profundidad del compromiso político en el país.

Jonathan Ferney Pulido Hernández, conocido como Jota Pe Hernández, es un ejemplo destacado de esta tendencia. Inicialmente reconocido por su canal de YouTube, donde abordaba temas políticos y sociales, Hernández logró una significativa base de seguidores. Su activismo digital lo catapultó al Senado en 2022 con el respaldo del Partido Alianza Verde, convirtiéndose en el tercer candidato más votado a nivel nacional.

Otro caso es el de Daniel Briceño, abogado y ahora concejal de Bogotá, quien ganó notoriedad por denunciar irregularidades en contrataciones estatales a través de redes sociales. Su enfoque en la fiscalización y control político desde plataformas digitales le valió el respaldo de más de 43,000 votantes en las elecciones de 2023.

Además, figuras como Edinson Forero, conocido como “Fuchi”, líder del gremio de moteros, y Ángelo Schiavenato, abogado y empresario, también han logrado curules en el Concejo de Bogotá gracias a su presencia en redes sociales y campañas digitales efectivas.

La incursión de influenciadores en la política plantea interrogantes sobre la profundidad y autenticidad de sus propuestas. Si bien la comunicación directa con la ciudadanía es valiosa, existe el riesgo de que la política se reduzca a una plataforma para la autopromoción, sin un compromiso real con la gestión pública. Muchos de estos personajes, lejos de enriquecer el debate público, recurren al espectáculo para captar audiencias y votos, apelando más a emociones que a ideas.

El concejal Daniel Briceño ha expresado críticas hacia el uso de influenciadores por parte del gobierno para promover agendas políticas, señalando que algunos de estos actores carecen de formación y experiencia en políticas públicas, lo que podría convertirlos en instrumentos de propaganda más que en agentes de cambio. Sus palabras ponen en evidencia un problema de fondo: la instrumentalización de las redes sociales para generar percepciones sin sustancia ni resultados.

La responsabilidad también recae en el electorado, que debe ejercer un voto informado y crítico. La popularidad en redes sociales no debe ser el único criterio para elegir a los representantes. Es esencial evaluar la coherencia, experiencia y propuestas de los candidatos, más allá de su presencia digital. Un “like” no equivale a una idea; un video viral no reemplaza un programa de gobierno. La democracia se resiente cuando la opinión pública es manipulada por estrategias vacías pero efectivas.

La política colombiana está en una encrucijada entre la innovación digital y la necesidad de mantener la profundidad y seriedad en el debate público. Si bien las redes sociales ofrecen oportunidades para una mayor participación ciudadana, es fundamental que tanto los aspirantes a cargos públicos como los votantes valoren la política como un arte de servicio y compromiso, y no como un simple trampolín hacia la fama. Colombia necesita líderes que no busquen entretener, sino transformar. Y ciudadanos que no se dejen seducir por la apariencia, sino que exijan sustancia, carácter y vocación. Porque en el fondo, la política no debería ser un show: debería ser la más noble forma de construir futuro.

De las tarimas a las pantallas. De los aplausos a los likes

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