
Hace unos años, en una de mis visitas a Colombia, saludé en compañía de mi hermano Mario, a mi General (RA) Jesús Armando Arias Cabrales en su casa, en la que sufría su injusta condena de 35 años privado de su libertad, en el Cantón Norte en Bogotá.
Encontré a un anciano delgado, vestido sobriamente, un poco encorvado pero lleno de dignidad y decoro.
Hablamos sobre su situación y lo que más me impactó, y aún hoy cuando lo recuerdo me impacta, fue su profunda claridad en lo que significa la palabra honor.
Nos manifestó a mi hermano Mario y a mí, que de la única manera que aceptaría recuperar su libertad sería si fuera declarado inocente de todos los cargos.
Nunca aceptaría ni un segundo de libertad si para ello tuviera que declarase culpable de hechos que jamás había cometido.
Su conciencia cristiana y su claro concepto del honor no se lo permitirían jamás y no quería morir con esa mancha en su alma.
Ya se lo habían propuesto, no una sino muchas veces, y jamás lo había ni siquiera considerado.
Estaba yo frente a la más perfecta personificación que en toda mi vida he conocido de lo que es la palabra “HONOR”.
Sentí un respeto reverencial por ese ser humano y un estremecimiento de admiración infinita recorrió cada una de las células de mi cuerpo.
No soy una persona sentimental, pero en ese momento no pude contener un quejido que brotó de lo más hondo de mi alma y oculté mi rostro para limpiar mis ojos humedecidos.
Estaba frente a un héroe y un mártir.
Un héroe por lo que hizo: defender la democracia.
Un mártir por lo que hizo después de defender la democracia: defender su honor.
Salí de esa casa abatido y confundido.
¿Cómo un aparato judicial puede cometer tan tremenda injusticia?
¿Cómo una clase política puede aceptar que se cometa tan evidente atropelló a la dignidad de la justicia?
¿Cómo una sociedad puede cerrar los ojos ante tan execrable muestra de venganza política?
¿Cómo unas Fuerzas Armadas pueden permitir que se castigue de esa manera infame a quien solo cumplió con su deber?
Me consolé reflexionando en el maravilloso ejemplo que estaba dejando mi General Arias Cabrales, no solo a las Fuerzas Armadas de Colombia sino todos los seres humanos del mundo entero.
El honor no se negocia.
Se tiene o se pierde.
No hay punto medio.
Las reservas unidas de las Fuerzas Armadas de Colombia debemos seguir el ejemplo de mi General Arias Cabrales.
Nuestra patria no puede soportar más a esta “caterva de descastados” que son los únicos responsables de todo lo malo que nos está sucediendo.
Toda la persecución contra nuestros compañeros en retiro y toda la iniquidad que sufren nuestros compañeros activos tienen una sola definición TRAICIÓN.
Entregamos nuestra vida, nuestra tranquilidad, el futuro de nuestras familias en defensa de la patria y el pago de esta “caterva de descastados” ha sido entregarnos a los perros de presa de La JEP mientras los verdaderos asesinos se regocijan en sus curules.
Colombia reclama un partido nuevo y limpio que enderece el camino de una vez y para siempre.
Las reservas de las Fuerzas Armadas y la Sociedad Civil Patriota lo van a conformar y serán la opción de “cambio” verdadera en el año 2026.
Colombia recuperará la democracia que hemos perdido en esta feria de coimas, puestos y contratos que se apoda “pseudodemocracia”.
Colombia recuperará su dignidad y su honor y cada uno de nosotros, los colombianos, los recuperaremos con ella.
La política será, por fin en Colombia, lo que debe ser y nunca ha sido.
La ciencia que busca el bienestar para todos.
Los exhortó a que sigamos trabajando en la conformación de ese nuevo y limpio partido.
No hay marcha atrás.
Atrás está el abismo.
Para su gentil reflexión.